Película La Semilla del Mal (The Unborn)

The Unborn reza el título original del film que nos ocupa. Ojalá alguien hubiera hecho lo que fuera menester para que dicho título fuera cumplido. Ojalá alguien hubiese impedido el nacimiento de esta aberración. Películas así aportan los más sólidos argumentos a favor de la interrupción del embarazo. La gestación de proyectos de esta calaña desprestigia todo un género, el del horror, que ve nacer mil vástagos bochornosamente deformes. Desde aquí propongo la eugenesia en el cine de terror, siendo infinitamente más restrictivos en el proceso reproductivo. David S. Goyer, con este esperpento, se ha ganado a pulso la castración química.

Odette se despierta con las sábanas estrategicamente situadas.

Lo más aterrador de esta cinta no se encuentra en sus indecentemente gratuitos sustos, sino en la posibilidad, muy real, de que Goyer tenga un mellizo malvado que se haya encargado de esta producción, pues en su, hasta ahora saneada, carrera como guionista aparece acreditado en los dos Batman de Nolan (Begins y The Dark Knight) o en la digna Blade, conseguidos libretos que se apoyan en complicadas adaptaciones desde el mundo del cómic; eso sin mencionar la asombrosa obra de culto Dark City. Es por ello que resulta increíble que, precisamente, la trama sea lo más pestilente del film. Una infame amalgama de referencias esotéricas y supersticiones varias que conforma un collage de imposible digestión. Exorcismos, sueños, kabala, experimentos genéticos, umbrales al inframundo y nazis -sic- se dan cita en el mayor junta, pega y colorea desde la divertida versión teatral de El Rey y Yo que produjera Peter Griffin en la segunda temporada de Padre de Familia.

Otro de los misterios que, inevitablemente, surgen es saber qué milonga le contó el realizador norteamericano a Gary Oldman para involucrarlo en este despropósito. Excelente vendedor de humo debe ser este Goyer. La otra opción pasa por que pusiera algo en la bebida del comisario Gordon en el set de rodaje de Gotham City. Más comprensible, y disculpable, resulta la participación de jóvenes actores en busca de la fama. La bella Odette Yustman luce palmito, que no talento interpretativo, mientras pone asustadizas caras con morritos: triunfo asegurado.

Dueto de OT. Esto si que da miedo.

En definitiva, ni se les ocurra pagar por presenciar este miserable y artero ‘brainstorming’ sobre ocultismo que parece compilar, en apenas hora y media, las vagas ideas que el tal Goyer ha ido captando tras su primer año como suscriptor de la ecléctica revista Año Cero.