Película El bosque del luto

La etimología de la palabra mogari hace referencia a la superación de la pérdida de un ser querido, al final de un desolador duelo. Naomi Kawase nos interna en el corazón de un espeso bosque tomando como motor este poético e inspirador término, un bosque que, más que un simple escenario, será elemento agente en un proceso catártico procurando la sanación de las más profundas heridas del alma.

Machiko es trabajadora social en una residencia de ancianos. Afligida por el cruel sino que la vida guardaba para ella, encontrará el refugio ideal en Shigeki, un anciano menos senil de lo que aparenta y atormentado por la pérdida de su esposa. Ambos comparten una insondable pena que no tardará en unirlos en una insólita relación personal, tan extravagante como conmovedora.

A pesar de tratar un tema tan visceral y emotivo, en esta cinta encontramos lagunas a varios niveles. En primer lugar, los personajes no son capaces de transmitir el grado de empatía que cabría esperar. Aun tocando un tema tan rentable como la superación de la muerte, el espectador no puede evitar ver a la pareja como un simple par de dementes deambulando interminablemente por la espesa foresta. Cierto es que, en ocasiones puntuales, los ojos de Shigeki son la viva imagen de los de un travieso niño en el cuerpo de un anciano, haciendo que su personaje cobre un carisma enternecedor. Encontramos uno de los momentos más íntimos mientras los protagonistas juguetean como madre e hijo en un jardín tan simétrico que desafía las leyes de la propia naturaleza y que, sabiamente, fue elegido como portada para el film. El viaje iniciático tiene como punto de partida otro momento brillante, del que Shigeki es también protagonista. Compartir una sandía bajo el caluroso sol del verano nunca fue tan estimulante para los sentidos. Sin embargo, con el comienzo de la penetración en el bosque, los personajes se desdibujan y se pierden en un infinito y simbólico vagar por la naturaleza que se alarga endiabladamente hasta la desesperación.

La directora, en su afán por dar protagonismo al medio natural, hace que el bosque devore, literalmente, trama y personajes, efecto que, por otra parte, puede que sea premeditado, que no logrado. Aun siendo así no cumple con la finalidad última de toda cinta, que es la de entretener. Desde un punto de vista técnico, Kawase deja entrever su experiencia previa en el género documental, exhalando una sensación de honestidad digna de agradecimiento, fomentada en parte por la integración en la obra de actores noveles que, sin duda, están a la altura. En cambio, siendo en ocasiones acertado, en otras, el empleo manual de la cámara puede inducir al mareo generalizado del público, más aún si a ello sumamos la avasalladora densidad natural del paisaje.

Galardonada con el Gran Premio del Jurado en Cannes, esta cinta demuestra el potencial de la realizadora japonesa que, en esta ocasión, queda velado por la falta de ritmo hacia la mitad del film. No obstante, estamos ante una obra que derrocha sensibilidad y belleza a raudales, induciendo a pensar que estamos sólo ante la punta del iceberg de una capacidad creativa aún por explotar.