Película Los chicos están bien

Firmada por la militante lesbiana Lisa Cholodenko, y quizás ante el miedo a caer en el panfleto, esta cinta sorprende con su chocante grado de conservadurismo. Así, de tanto normalizar la situación homoparental, los criterios parecen trasroscarse hasta llegar a lo carca. No voy a discutir que se tome esta dirección, pero cuando menos resulta curiosa tan rancia defensa de la familia más tradicional y acorazada. Así, ‘mujer contra mujer’, dos madres para dos adolescentes, aquí se fortifica el clásico concepto de clan en la figura de Nic (estupenda Annette Bening), férrea líder que bufa ante la amenazante aparición del macho donante de esperma hace años, un Mark Ruffalo que, con perpetua y desconcertante sonrisa, percibe que su status de soltero de oro es miserable en comparación con la vida familiar. Una temprana actualización del George Clooney vapuleado durante el descacharrante desenlace de Up in the Air, que como aquel playboy es también dejado en fuera de juego, y encima se le niega una expiación que sí merecerá el resto de personajes. Algo muy poco natural dentro de una forzada naturalidad que destila cierta intolerancia.

Pero dejando aparcado su paradójico discurso aburguesado, el desarrollo de la cinta sin embargo logra enlazar situaciones y diálogos lo suficientemente chispeantes como para reclamar nuestra atención. De tal manera, aun asumiendo cierta tendencia al topicazo en sus cómicos enredos, la historia funciona gracias a la trabajada profundidad de los personajes y sus vertientes más sensuales. Asimismo, en sintonía con el ocurrente y gracioso libreto, la mencionada Bening y el resto de féminas en parentela, Moore y Wasikowska, se muestran espléndidas en sus respectivos papeles, si bien hemos de convenir que Cholodenko igualmente cae en estereotipos en el trazado individual de estos.

Realizada sin alardes pero con solvencia, la película no deslumbra ni estética ni argumentalmente en ningún aspecto. Pero ése es el riesgo que se corre al abrazar lo cotidiano: que normalmente pocos elementos serán llamados a pasar a la posteridad. No obstante, sin tampoco sobresalir demasiado, sí convencen su ritmo y las simpáticas interrelaciones entre sus personajes protagonistas. Así, serán estas idas y venidas las que definitivamente salven este proyecto para pasar un buen rato, ameno e inteligente, que no para una causa liberal a la que pudiera entenderse que traiciona de algún modo.