Película El beso del asesino

Dicen que a los grandes directores no se les debe juzgar por sus mejores películas sino por las peores. Si aplicamos este dicho a El beso del asesino, Kubrick sale muy bien parado. Aún lejos de la brillantez de sus trabajos posteriores, su debut en el cine1 no se puede calificar ni mucho menos de mediocre a pesar de que su calidad diste mucho del resto de las obras de su autor.

En este primer trabajo, Kubrick parece estar ensayando la que sería su primera gran película, Atraco perfecto. Ambas comparten género, el cine policíaco, y el gusto por la narración desestructurada, pero El beso del asesino no puede ocultar su escasez de medios. A la hora de afrontar este trabajo Kubrick hizo uso de los conocimientos aprendidos durante su época de documentalista, sobre todo, de su corto titulado The day of the fight (1951), el cual también cuenta una historia ambientada dentro del mundo del boxeo.

Fotograma de El beso de asesino

En su primera mitad, la película peca de simple, tomándose demasiado tiempo para presentar a unos personajes que no dan para más, tiempo que Kubrick aprovecha para dar muestras de sus infinitas pretensiones al incluir un número de ballet (¿?) que resulta más ridículo y fuera de sitio que otra cosa. Esta evidente debilidad da que pensar teniendo en cuenta que El beso del asesino es la única película de Kubrick escrita por él mismo sin tener como base un original literario. Da la sensación de que la imaginación de Kubrick no rendía al mismo nivel en el plano visual que en el argumental. De ahí que resulte lógica su decisión de dejar la tarea de inventar las historias a otros. Tampoco ayuda que sus actores sean, siendo benévolos, más bien justitos. Durante toda la película mantienen la misma falta de expresión, provocando que al espectador le resulte imposible sumergirse en la trama propuesta.

Hasta aquí, pocos signos de genialidad mostraba Kubrick, pero en la parte final es cuando se le empiezan a ver sus infinitas posibilidades como creador de imágenes. Además de una mejora sustancial del argumento, durante la segunda mitad del metraje el británico consigue componer imágenes realmente impactantes que tienen su máximo exponente en la poderosa escena del almacén de maniquís, digna de los mejores momentos del cine negro. Sólo por esa escena ya merece la pena la hora que dura la película.

Fotograma de El beso de asesino

Después de ver El beso del asesino, uno se queda con la sensación de no haber visto una película de Kubrick. Quizás ése sea su peor defecto pero seamos comprensivos, al fin y al cabo, Kubrick todavía se encontraba aprendiendo el oficio, por así decirlo. Y a juzgar por Atraco perfecto, realizada solamente un año después, lo aprendió rápido y, ante todo, muy bien.