Película Corazón Salvaje

Durante un permiso carcelario, Sailor (Nicholas Cage) va en busca de Lula (Laura Dern), su novia, y juntos deciden escaparse a California. La madre de la chica, Marietta (Diane Ladd, madre también en la vida real de Dern) se opone a esta relación y contacta con un mafioso para que elimine a Sailor. En realidad, teme al joven.

Dern loquita por Cage. Amor a lo Lynch.

«Éste es un mundo salvaje por dentro y muy extraño por fuera». Con este extracto de una conversación entre Sailor y Lula podría quedar definida la película y, salvo alguna excepción (Una Historia Verdadera), prácticamente toda la filmografía de David Lynch. Al fin y al cabo, el polémico realizador es un feroz enamorado del surrealismo (declarado admirador de Buñuel) y un artista renacentista encasillado a ojos del gran público como director de cine. Sin embargo, este prolífico creador, aparte de filmar obras maestras, compone música, pinta e incluso comercializa su propia marca de café, producto del que resulta ser un auténtico entusiasta, rasgo que comparte con su inolvidable Dale Cooper de Twin Peaks (mucho me temo que no es el único rasgo de su personalidad que volcó en aquel personaje). Valga esta introducción para conocer al hombre que hay detrás de este proyecto, Corazón Salvaje, premiado con la Palma de Oro en Cannes en 1990. Pues, sin duda, el cine de Lynch es inseparable de la peculiar concepción artística del genio creador de joyas como El Hombre Elefante.

Parece pues apropiado contextualizar el film: andaba Lynch a finales de 1989 algo contrariado, pues tras la postproducción del piloto de Twin Peaks ninguno de los tres proyectos que tenía en mente salieron adelante, pues pertenecían a la productora De Laurentiis, que quebró en aquella época. Fue un amigo, el productor Monty Montgomery, poseedor de los derechos de la novela ‘Wild At Heart’, de Barry Gifford, quien le descubrió el libro; a Lynch se le encendió la bombilla y pronto vio claras las posibilidades de la adaptación de éste.

El realizador quedó impresionado por los personajes, pero la historia en sí no le terminó de convencer en ningún momento, así que realizó todos los cambios que creyó convenientes para adaptarla a su propio universo, en el que Sailor, Lula y compañía funcionaban a la perfección. El cambio más significativo y polémico fue, sin duda, la sustitución del amargo final de la novela por un «final feliz al estilo Lynch». Tampoco le tembló la mano a la hora de variar la suerte de alguno de los personajes o incluso introducir algún otro. Antes de que algún defensor de la literatura se lleve las manos a la cabeza, aclaremos que Lynch no asesinó la novela, sino que adaptó una idea, y lo hizo a conveniencia, contando para ello con el propio autor como asesor creativo.

Para terminar de personalizar el film, Lynch tuvo la interesante e inusitada ocurrencia de dotar la historia de un toque de cuento infantil y la salpicó de homenajes y guiños a ‘El Mago de Oz’ de L. Frank Baum, incluyendo (ahí es nada) una Bruja Buena del Este, pues, según él, la Bruja Mala ya se dejaba entrever en la novela (convertida en Marietta, la histérica madre) e incluso sus Monos Alados en forma de matones a la caza de la pareja protagonista.

Lynch no tuvo dudas a la hora de escoger el reparto; pronto vislumbró a Nicholas Cage y Laura Dern como los enamorados Sailor y Lula, y demostró su buen ojo al escoger a Willem Dafoe para el papel del inolvidable secundario Bobby Perú («escogí a Dafoe porque Clark Gable está muerto» sentenció el propio realizador). Para el resto de personajes contó con habituales como Isabella Rossellini en el rol de Perdita Durango (posteriormente Álex de la Iglesia realizaría un largo basado en este personaje), Sherilyn Fenn (nuestra Audrey) y la habitual aportación de Jack Nance, actor fetiche de Lynch, protagonista de Eraserhead.

Si lo han visto, nunca olvidarán su sonrisa: El enorme Bobby Perú.

La campaña de promoción fue algo alocada, pues los medios, tras el bombazo que supuso Terciopelo Azul, ansiaban una nueva pesadilla de tan inquietante creador. El recibimiento, a pesar de las enormes expectativas creadas, fue espectacular: Corazón Salvaje recibió el que hasta ahora es el mayor premio en la carrera del realizador, la Palma de Oro de Cannes.

Y es que el film funciona de maravilla, goza de un gran pulso narrativo y, en una suerte de salvaje road-movie, nos muestra lo mejor del submundo de Lynch con una destacable fotografía de Frederick Elmes, quien ya se encargase de esta labor en su ópera prima Eraserhead. Aquí, Elmes vuelve a dar en el clavo a la hora de crear la atmósfera necesaria para que se desenvuelvan los perturbadores habitantes de Big Tuna, poblado en el que desemboca el extraño viaje. Un recorrido aderezado por una original y salvaje banda sonora que corre a cargo, una vez más, del genial Angelo Badalamenti, al que se unen en esta ocasión temas de Elvis, Chris Isaak o el metal de Power Mad.

Estructurada con uno de las habituales montajes de secuencias del director, en esta ocasión la digestión será, aunque más sencilla, igualmente inquietante. En medio del enrarecido ambiente destacará Cage, que compone aquí una de sus mejores performances metiéndose de lleno en la piel del chulesco Sailor. Mimético hasta el punto de realizar aportaciones realmente magníficas, fue él quien llegó al rodaje con una chaqueta de piel de serpiente comprada en Las Vegas y decidió que rodaría con ella puesta. A Lynch le encantó y juntos la convirtieron en un símbolo de la independencia y libertad personal del personaje. Sin embargo, Cage sufrió el infortunio de ver eclipsado su trabajo por la lección de interpretación de Dafoe (impagable su secuencia junto a Laura Dern con el famoso «Fóllame»), que consigue ser el más recordado del reparto a pesar de estar en escena escasos minutos.

Sin duda, a pesar de no llegar a ser una de sus obras maestras, Corazón Salvaje es otra muestra del talento de un atípico director que consigue que acabemos cantándole un emocionado ‘Love Me Tender«‘ como muestra de nuestro absoluto amor a su fantástica filmografía.