Película El Amanecer de los Muertos

La proclamada y casi siempre exagerada semántica de las pelis de zombis tiene su espacio al comienzo de El Amanecer de los Muertos, apreciable ópera prima de Zack Snyder. No es casualidad que su puesta de largo ocurra como consecuencia de la desinformación de una pareja que vive en los suburbios de cualquier ciudad estadounidense, kilométricas zonas residenciales que constituyen el verdadero santuario del “american way of life”, retratado en un plano cenital y posteriormente mancillado por una horda de muertos vivientes a quierenes el “casa, familia y coche” les importa una mierda con tal de llevarse un buen trozo de carne humana a la boca. También encontrará el espectador una efectiva imagen cinematográfica en ese viva la vida que acaece dentro del centro comercial donde los supervivientes están atrapados mientras las provisiones abundan, una burbuja de bienestar delimitada a sangre y fuego de la realidad que la circunda, bilis contra el Primer Mundo y su insaciable necesidad consumista a costa de los países en vías de desarrollo.

Pero metáforas las justas, no se crean. Esta libre revisión de Zombi, la cinta de George A. Romero de 1978, es eminentemente una película de acción. El primerizo Zack Snyder se sabe a examen, con su futuro en el mundo de cine en juego, y por ello arriesga poco e intenta agradar mayormente a la población juvenil, depositaria del poder supremo en la industria cinematográfica desde hace mucho tiempo. En ello se afana con la correspondiente dosis de casquería y un dominio ejemplar de la estética de videojuego. Con la cámara a la espalda del protagonista de turno, el director emplea efectivas coreografías para que la sensación de fluidez no se resienta mientras se va descabezando a toda criatura que sale a nuestro paso en el encuadre. Es éste un plausible ejercicio de destreza cinematográfica pues no debe ser sencillo que en la misma toma, y a velocidad de vértigo -demasiada gente adula en exceso esta cinta olvidando que 28 Días Después se realizó dos años antes-, se acumulen tantas acometidas.

En todo caso, a medida que el metraje avanza, cada nueva muestra de adicción al gatillo pierde vigor por recurrente; y la película, irremediablemente, se marchita entre actuaciones mediocres y curvas argumentales muy burdas en medio de una plantación de lugares comunes. En mi opinión, hubiera sido conveninete abrazar el desbarre ‘creep’ que se entrevé en el juego macabro de “mata a tu famoso más odiado” o en la escena del parto, todo un derechazo a la zona de flotación de la familia tradicional.