Película GATTACA

El ADN se codifica mediante permutaciones de cuatro únicas bases nitrogenadas: Adenina, Guanina, Citosina y Timina. Parte de lo que somos y seremos se encuentra en esa suerte de Biblioteca de Babel cromosómica que poseemos en el núcleo de cada una de nuestras células. La ciencia, al igual que los bibliotecarios de la Babelia borgiana, busca el sentido dentro del aparente azar de la secuencia G, T, A, C… La referencia es obvia en el título de la película que nos ocupa, GATTACA.

En 1996, cuando Dolly fue presentada en sociedad, posiblemente la historia ya estaba en la cabeza de Andrew Niccol, guionista y director de esta ópera prima magistral y difícilmente superable a pesar de destacables trabajos posteriores como el guión de El Show de Truman (Peter Weir, 1998) o la película El Señor de la Guerra (Andrew Niccol, 2005). Y es que estamos hablando, en mi opinión, de una obra magna, imperecedera y, por que no decirlo, comparable a totems del Sci-Fi como Solaris (Andrei Tarkovsky, 1972) o Blade Runner (Ridley Scott, 1982)

A diferencia de la mayoría de películas de este género, GATTACA abraza el término “ciencia” con tanta fuerza o más que el de “ficción”. Sobreponiéndose a lo limitado del presupuesto, Niccol presenta un escenario poco dado a la extravangancia. El futuro en GATTACA es cercano, aséptico, sin aristas, en busca de la perfección individual y colectiva. Los hijos del progreso se han desecho del petróleo y bosques de placas solares surten de energía limpia. La frontera espacial ya está más allá de Júpiter, buscando ese Infinito que encontró el astronauta Bowman en 2001: Una Odisea del Espacio (Stanley Kubrick, 1968). También ha encontrado el sentido dentro del azar genético. El “superhombre” se ha desecho de Dios, destronándolo como genio creador. Darwin ha dejado de ser necesario, la evolución llega de la mano de la ingeniería genética, y ésta, del dinero de unos padres que obtienen hijos a la carta.

Ya en los títulos de crédito se vislumbra el cuidadísimo diseño de producción de toda la cinta. La aparición de los caracteres correspondientes a los protagonistas es diferente cuando se trata de una G, T, A o C. Además, suenan los primeros acordes de la sublime banda sonora que Michael Nyman compuso para la película. Lírica, envolvente, alejada de la grandilocuencia de los Wiliams, Horner y compañía. Una genialidad proveniente de un autor que ya sobrepasa los límites de lo cinematográfico. Notas que se funden con el metraje dotándolo de personalidad propia. Una unidad indisoluble que pronto estará incrustada en el imaginario colectivo junto a otras como Vangelis/Blade Runner o Richard y Johann Strauss/2001 en esa especie de Olimpo audiovisual de la ciencia-ficción adulta.

En los primeros segundos del metraje, una de sus claves: la importancia de lo microscópico. Una supuesta cámara en miniatura filma primerísimos planos de uñas, piel muerta, cabellos… minúsculos despojos del ser humano que, sin embargo, contienen toda la información necesaria y por ello son eliminados concienzudamente por un hombre en una incineradora, ¿Por qué? La razón entronca con el argumento. Vincent (Ethan Hawke) es un “no-valido”, una persona concebida naturalmente… aleatoriamente imperfecto. Debido a ello, desde su nacimiento pertenece a una casta inferior y sólo puede aspirar a la mediocridad. Irónicamente, será ese mismo libre albedrío el que le de una oportunidad. Jerome (Jude Law) es un válido, un macho alfa. Concebido tras una perfecta selección genética, el hombre le regaló todo, y el azar, en forma de accidente, se lo robó dejándole postrado en una silla de ruedas. El primero usurpará la identidad del segundo para cumplir su sueño: entrar en la agencia espacial GATTACA.

Niccol cometió el “error” de hacer en este escenario una película accesible, en la que la discusión filosófica a cerca del ser humano no estuviera reñida con una trama de cine negro de lo más entretenida, bien interpretada por Hawke, Thurman -guapísima como en ningún otro de sus trabajos, y mira que hay para elegir- y Law que aprovechó a las mil maravillas su primer papel de entidad lanzando su carrera al estrellato con un personaje afinadísimo, lleno de frustración e ironía, que se eleva un palmo por encima del resto del excelente reparto completado por Gore Vidal, Loren Dean y Xander Berkeley.

El discurso ahonda en la exaltación del espíritu humano frente a las limitaciones naturales, como vemos en las secuencicas de las competiciones de resistencia en el mar, o coyunturales, como en la ascensión de la escalera de caracol (precioso símil de la estructura helicoidal del ADN, que da sentido metafórico a esa ascensión). Exhorta al Carpe Diem como herramienta en el camino hacia la felicidad, quizás la esencia misma de la propia felicidad como subraya nuestro genial Eduard Punset. Porque a fin de cuentas, aunque a uno pretendan asegurarle cuan larga será su vida (véase este reciente artículo para recalcar una vez más el rigor científico de la obra) uno nunca sabe cuantos latidos dará su corazón.

Parece ser que GATTACA no tenía suficiente personalidad y pasó desapercibida para crítica y público. Nada más lejos de la realidad. Una realidad cada vez más reivindicada, no sólo en el ámbito cinéfilo sino también en el popular, como se pone de manifiesto en las numerosas proyecciones de esta película en clases de ciencia o filosofía de institutos y colegios de todo el mundo. Un clásico con mayúsculas.