Película La Balada de Narayama

Por más que nuestra publicitaria sociedad actual se empeñe en ocultarlo, la vejez existe, y con ella sobrevienen decrepitud y muerte. Ley de vida. Desde tiempos antiguos se ha representado en multitud de escenarios y formas este viaje final, este tránsito. La Balada de Narayama nos habla, desde el lenguaje universal, sobre el inevitable ciclo de la vida. Con naturalidad, cercanía y resignación, el film muestra con preciosa crudeza el impasible paso del tiempo y el relevo generacional que trae consigo. De igual modo que en la naturaleza se suceden las estaciones, con esa misma hermosura y quietud, conjugamos existencia y deceso.

Muten Rôshi (Mutenroi en España): la maestra tortuga duende.

Cabeza visible de la en su momento denominada Nueva Ola del cine nipón, Shohei Imamura plasmó su particular imaginario en este largometraje, otorgando razón de ser a este remake del film homónimo de Keisuke Kinoshita, rodado un cuarto de siglo atrás. El folclore y creencias de la ancestral cultura japonesa se dan cita en este costumbrista retrato de un poblado campesino que coexiste inmerso en un sistema social de férreas tradiciones. Viejas leyes animales que enraízan hombre y tierra, un comportamiento comunal asemejado a las unidas y protectoras manadas de lobos. Cruel a nuestros ojos, no es sino sensata supervivencia en un medio agrícola y rudimentario que valora religión, honor, familia y pan.

Con la estructura de un cuento, el relato podría haber funcionado igualmente como fábula, pues se trata aquí de la fusión con la madre natura y la aceptación de la muerte, cuyo tránsito es representado en la narración como viaje físico ya que, a la edad de setenta años, los mayores ceden su lugar en el mundo y ascienden al monte Narayama en espera de su encuentro con el noble dios de la montaña. Acongoja ver como, en lugar de miedo o resignación, existe ferviente deseo en la anciana protagonista por encontrarse con su destino. Como reflejo de la dispar realidad, no todos afrontan la travesía con igual empaque; así, el dolor y el terror se harán patentes en otros nombres e historias, realzando la paz interior de la anciana que ya encauzó el futuro de su clan, dejando a su primogénito al frente y con mujer en su lecho.

Culto al Bollete. Religión mayoritaria en ciernes..

Formalmente precisa, su conseguida escenografía rural apuntaló el mensaje, logrando eco internacional hasta el punto de alzarse con la Palma de Oro en el prestigioso y glamouroso Festival de Cannes. Necesario premio para una hermosa y evocadora Balada de Narayama que nos recordó que el hombre es, solamente, un animal social, una especie más sobre la Tierra, cuyos instintos sexuales y de supervivencia son intrínsecos a nuestro ser. Nadie conoce exactamente el punto en que extraviamos la senda natural, pero no viene mal que nos rememoren nuestra condición de mortales. Siempre resulta más aconsejable la consciencia que la ignorancia. Aprovechemos pues el tiempo que nos fue dado hasta que la rueda vuelva a girar y disfrutemos nuestro ciclo vital en espera de que, como en aquel tango, las nieves del tiempo plateen nuestra sien.