
Valoración de VaDeCine.es: 7.5
Título original: W. Nacionalidad: U.S.A. Año: 2008 Duración:129 min Dirección: Oliver Stone Guión: Stanley Weiser Fotografía: Phedon Papamichael Música: Paul Cantelon Intérpretes: Josh Brolin (George W. Bush); Richard Dreyfuss (Dick Cheney); Tobey Jones (Karl Rove); Jeffrey Wright (Colin Powell); Thandie Newton (Condoleezza Rice); Elizabeth Banks (Laura Bush): James Cromwell (George Bush Sr.) Trailer
La figura del presidente de los Estados Unidos es uno de los personajes más llevados al cine. Y de todos ellos, el habitante de la casa blanca que menos ha tardado en ser recreado en la gran pantalla ha sido, si no me equivoco, el actual mandamás del país norteamericano: George W. Bush. Oliver Stone, dado el excelente material que semejante personaje ha dejado para la historia, y su tendencia hacia el cine político (Nixon, JFK, Comandante, Nacido el 4 de Julio…), no ha esperado a que Obama o McCain le sustituyan para dedicarle este largometraje. Un largometraje ante el que, a pesar de la contundente crítica, George Bush podría pensar -y tendría razón- que se ha ido bastante de rositas tras las dos horas en las que ha sido el protagonista absoluto.

Porque en W., Oliver Stone retrata al hombre mucho más que a la figura que representa, alejándose bastante de lo que muchos -entre los que me incluyo- esperábamos: un producto cercano al Fahrenheit 9/11 (Michael Moore, 2004) que se centrara en los hechos. Pero no piensen que esto representa un primer pero a la cinta. Ni mucho menos. Seguramente en este mundo globalizado en el que vivimos, lo menos interesante hubiera sido subrayar los errores históricos de su mandato (que también lo hace), algo de sobra conocido por todos. La cinta se mueve más en el terreno psicológico. Recogiendo la herencia de Ortega y Gasset y su “yo soy yo y mi circunstancia”, Stone consigue dotar de enorme profundidad al personaje en un esfuerzo por armar el puzzle de traumas, complejos, creencias e influencias externas que conforman la psique del que ha sido el hombre más poderoso de la tierra durante 8 años. Y lo hace bastante bien, por cierto, imponiéndose, por encima de afinidades políticas, la misma precisión con la que reconstruyó el asesinato del presidente Kennedy en JFK. A ello contribuye más que nadie un gran Josh Brolin al que, supongo, restituirán la nominación que le deben del año pasado por No Es País para Viejos en los próximos Oscars. La veracidad del actor en un papel con muchos más matices de lo que uno esperaría es imprescindible para que el principal cometido del director llegue a buen puerto, creándose así una turbadora sensación de comprensión ante un personaje al que muchos despreciamos.
Los diferentes momentos de la vida de Bush se suceden sin continuidad temporal en un vaivén que tiene como objetivo ir apuntando una a una las piezas del puzzle que comentaba anteriormente: el alcoholismo, la pereza y la idiotez de un niño rico que no se tiene por tal, la sombra del hermano preferido (Jeb) y la búsqueda constante de la aprobación de su decepcionado padre (George Bush Sr.) conforman la personalidad de un joven George Bush a quien la vida conduce a un futuro que ni siquiera él desea: la política. Camino que toma sin pasión hasta que el universo Neo-Con (Karl Rove primero y Dick Cheney después) se introduce en su vida de forma maquiavélica para moldear a su antojo su personalidad haciéndole creer, por el contrario, que la está afirmando. De hecho, Bush se otorga cierto carácter mesiánico llamándose a sí mismo “elegido para conducir al pueblo americano, como Moisés con el judío” en una confesión a su pastor. Esta doble realidad no le abandonará desde entonces y será fundamental en la consecución de la presidencia y aún más en la decisión más importante (y equivocada) de su mandato, la guerra en Irak. La secuencia de la reunión que tuvo lugar antes de la invasión de Irak supone el climax de la cinta: el triunfo del espectro Neo-Con sobre el conservadurismo más sensato representado por un Colin Powell que se pliega a la corriente de Cheney y cede a esa invasión mentirosa cuyo objetivo real, todos conocemos. Invasión en la que cabe mencionar que España, por lo que se muestra en la película, tuvo un papel absolutamente secundario, muy distinto al que unos (para afirmar el prestigio internacional de Aznar) y otros (para ponerle en la primera línea de los culpables de la guerra ante las elecciones españolas) nos vendieron con la foto de las azores. Nada como la perspectiva para dejarse de pamplinas chovinistas.

Oliver Stone está dejando como herencia cinematográfica un tratado sociológico ejemplar sobre la sociedad estadounidense, sobre la que aprendemos sin quererlo con sus películas. Y además, un catálogo de cómo ser controvertido sin caer (casi nunca) en la fanfarria. No se obcequen, el buen cine está por encima de cualquier posicionamiento ideológico. Y esta película, sorprendentemente, es de lo mejor de su carrera.
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suena a bastante interesante.. aún me preguntó cómo un tipo retratado habitualmente como algo más parecido al chimpacé que a un hombre de rigor ha sido presidente de USA 8 añazos.
¿bush tiene el record en prontitud para ser llevada su historia al cine? ya veremos si obama no lo bate, jaja ya me imagino una peli sobre el triunfo del primer presidente de color.. ¿què tal con will smith? jeje