Valoración de VaDeCine.es: 6.5
Título original: Argo
Nacionalidad: EE.UU.
Año: 2012 Duración: 120 min.
Dirección: Ben Affleck
Guión: Chris Terrio
Fotografía: Rodrigo Prieto
Música: Alexandre Desplat
Intérpretes: Ben Affleck (Tony Mendez), Bryan Cranston (Jack O'Donnell), John Goodman (John Chambers), Alan Arkin (Lester Siegel), Victor Garber (Ken Taylor), Tate Donovan (Bon Anders)
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DEL ARTE DEL DISFRAZ Y LOS DUELOS DE LA FICCIÓN
La última cinta del Ben Affleck director se cuenta como un torrente de ideas que cruza géneros y arrolla convenciones para erigirse en un artefacto bastante ingenioso, además de harto curioso. Si bien, como toda turbulencia inesperada, origina daños colaterales difícilmente evitables o incluso matemáticamente cuantificables, signo de las irregularidades de su tránsito y de la opacidad de su germen seminal. No tanto en cuanto a sus raíces, en efecto demasiado clarificadas desde un primer momento -la sempiterna y temible etiqueta de “basado en hechos reales”, que aunque en esta ocasión disponga de un mayor sentido dada la acepción histórica de la película, parezca legitimar de por sí la subsiguiente narración- como en el ejercicio del desciframiento de las motivaciones que tuvo el realizador a la hora de encarar un relato como el que aquí dispensa.

Porque Argo se puede entender como un film de espionaje en clave humorística; o bien justamente lo contrario. También como un thriller de carácter histórico apuntado en clave revisionista, y que usa las armas del cine para ofrecer una mirada irónica, cuando no algo más, sobre las posibilidades de la ficción para entrometerse en la más cruda realidad. También como una posible diatriba política... que tira la piedra y esconde la mano. O incluso como cine social, en su representación del triunfo colectivo, del esfuerzo conjunto en pos de la consecución de un objetivo común. Sólo así se entiende la auténtica marcianada que supone la historia del intento de rescate por parte de la CIA de un grupo de diplomáticos estadounidenses atrapados en la Irán radical de Jomeini (años 70), mediante la invención del rodaje de una película inexistente llamada Argo, enmarcada en el género de la ciencia-ficción para más inri.
Semejante historia, salida de la pluma del guionista Chris Terrio, está construída de manera sólida, sabe sembrar el terreno para el despliegue de una heteredoxa idiosincrasia estilística, denota afección por un cine de otra época que apelaba a la serie B (aun instaurándose en la primera división cinematográfica) y, sobre todo, se aleja de convencionalismos al uso en su discurrir, si bien finalmente deje un poso con cierto tufillo americano, que por suerte no se habrá visto demasiado reflejado en lo anterior a pesar de que el fondo del relato se prestase a ello. Y si esto es así es por el interés que pone Ben Affleck en pulsar sensaciones más que en transmitir cualquier clase de mensaje de signo político o moral. No es que estos no existan -no puede ser de otro modo siendo, además de muchas otras cosas, una cinta política-, sino que se ven enmascarados por una narración que prima la tensión, el dinamismo de las imágenes y la fluidez de contenido por encima de todo lo demás. En este sentido, Argo demuestra un perfecto engranaje como entretenimiento inteligente y sorpresivo, y sin embargo sotierra adrede el significado último del conflicto que viene a enseñar; trata de pulsar ambientes dentro de otros ambientes, y lo hace con soltura, gracia y descaro, pero todo este glorioso tejemaneje de índole metalingüístico anula cualquier otra interpretación y se acaba en sí mismo.

Puede que el calculado, sugerente y finalmente corrosivo humor que recorre la película sirva como síntoma para su definición, y que su aparente capa de seriedad y la solvencia de su ejecución visual no sean más que el reverso de una mirada irónica o semi-paródica hacia un pasado tan temible como risible, quizás por ello la única manera de abordarlo con éxito. En cualquier caso, si una cosa queda clara, es la capacidad de Affleck, uno de los rostros jóvenes más visibles dentro del aparato comercial hollywoodiense de las últimas décadas, para metamorfosearse en un rictus de seriedad insospechado y así entregar films in crescendo, tan antitéticos, en fin, a la imagen que de él nos habíamos figurado.
Se que un 6,5 no es mala nota y que no se dice que sea mala película. Pero esperaba más y mejor acogida.
Cuando la vea comento, por que es una de las fijas para mi.
Un saludo.