Valoración de VaDeCine.es: 6.9
Título original: To Rome With Love
Nacionalidad: Estados Unidos
Año: 2012 Duración: 102 min.
Dirección: Woody Allen
Guión: Woody Allen
Fotografía: Darius Khondji
Música: Varios
Intérpretes: Woody Allen (Jerry), Jesse Eisenberg (Jack), Penélope Cruz (Anna), Alec Baldwin (John), Roberto Benigni (Leopoldo), Judy Davids (Phyllips)
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UNA COLECCIÓN DE CUENTOS ROMANOS
Si la infidelidad es una constante inevitable -casi fatalista- en el cine de Woody Allen, parece apropiado, ineludible incluso, que este cineasta continúe dando pábulo a su particular flirteo con diversas capitales europeas, ya sea por capricho romántico o por necesidad financiera. Que Allen es Nueva York y Nueva York Allen es algo que nada ni nadie cambiará; es su matrimonio, la mujer de su vida. Y largometrajes como A Roma, con amor, escarceos de a la vejez, viruelas. Así, Roma será aquí la tercera pica en Flandes de las películas turísticas del neoyorquino, asumiendo en todo caso que la trilogía de Londres fue romance y no aventura.
De este modo aterrizamos en Fiumicino en busca de una nueva postal, de toques dorados en su fotografía en este caso, pues así percibe el director a la loba capitolina. Con menor amor que por París, con menor pasión que por Gaudí. Pero con un inmenso afecto por las gentes romanas, a quienes reservará buena parte del protagonismo de un fresco trufado por cuatro historias de las que casi tres serán para el pueblo romano, en una suerte de SPQR alleniano. Todo un coro por protagonista para un guión que se emparenta con el Woody Allen de los primeros tiempos, un tipo audaz y despreocupado, amante del absurdo e incapaz de centrarse en una sola historia, tal es la tormenta de ideas en su cabeza. El Allen de Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo..., para entendernos.

Con un montaje audaz, que no dará lugar al aburrimiento, el film alterna cuatro ideas, cuatro cortometrajes en realidad, sin más nexo entre ellos que Roma y sus calles, y tal vez cierto homenaje a Italia a través de la siempre exquisita selección musical. Relatos de romanos, o de norteamericanos por Roma, diferentes e irregulares, armoniosos sin embargo, pues la pericia narrativa de Allen limará las desigualdades, permitiendo que convivan maravillas como ese tenor que sólo puede cantar bajo la ducha (porción en la que actúa el propio Allen por primera vez desde Scoop), con la más floja narración de una pareja de recién casados que llegan a la capital en busca de un futuro (flácido vehículo para una merecida ofrenda al cine italiano en el que nuestra Pe lucirá más jamón que otra cosa).

Del otro par de cuentos uno será para el gesticulante Roberto Benigni, a quien la fama asaltará sin aviso ni razón, y el otro para el trío formado por Jesse Eisenberg (en el rol que un joven Allen hubiera reservado para sí), Ellen Page (Mia o Diane) y Alec Baldwin. De la primera historia surgirán destellos de genialidad, propios de una surrealista sátira que convierte a un gris oficinista en objetivo de los paparazzi de la noche a la mañana. Sin mayor mérito ni explicación. Famoso por ser famoso. Todo un dardo al actual celebrity system. Ácido en su inicio, pero innecesariamente subrayado en su desenlace. La segunda historia contendrá la usual pulsión de infidelidad que subyace en todo el cine del cineasta neoyorquino. Ella, sensual pseudointelectual; él, tímido hechizado. Y Baldwin como pepito grillo del porvenir, consejero posmodernista y consciente de lo mal que acaban ése tipo de romances.
Pero volviendo al más original y logrado de los relatos contenidos en el desigual largometraje, destacábamos a aquel tenor desafinado fuera de la ducha, pez fuera del agua. Un delirante canto al talento oculto, un manual del humor absurdo al que Woody Allen ha consagrado buena parte de su vida. Apropiadísimo homenaje a la ópera, de paso. De esta historia emana además un alegato del propio Allen hacia sí mismo, interpretando a un retirado de la industria discográfica que no puede verse de brazos cruzados, un tipo que en su mente asocia la jubilación a la muerte. Alguien incapaz de dejar que su última ocurrencia no se convierta en su próximo proyecto. Woody Allen, señoras y señores.
Excelente texto, aunque discrepo en la valoración final. A mí me pareció demasiado liviana en general; las bromas de Allen, su reconocible sello, están ahí, pero ya no hace tanta gracia, por más que siga dando en el clavo con sus críticas... que incluso puede que sean más oportunas ahora que hace 30 años, por lo fácil que se lo pone la diana de la sociedad actual.
No obstante, siempre hay que ver al neoyorkino. Cualquier cinta suya vale más que tres cuartas partes de la cartelera actual, sobra decirlo.