Película Pollo con ciruelas

Ha pasado a ser una máxima. De la extravagante y arrolladora personalidad de Satrapi sólo pueden surgir genialidades. Y lo que es más. La peculiaridad de la iraní no se ata a ningún formato. Más que demostrada ha quedado su valía en el terreno de la novela gráfica. La adaptación animada de Persépolis(2007) consiguió alzarse con un Oscar. Ahora, una vez más junto a Vincent Paronnaud, la iraní nos propone una sabrosa adaptación de su primer gran éxito, Pollo con ciruelas. Esta vez, intenta el más difícil todavía. Del cómic, al largometraje en acción real.

Si en su anterior trabajo la autora desgajaba el trinomio compuesto por la familia, el individuo y el convulso entorno político, en esta nueva propuesta, los componentes permanecen inalterables a excepción de uno: el caldo de cultivo ya no es la sociedad, sino el amor, o mejor dicho, la ausencia de éste. Mathieu Amalric, Maria de Medeiros e Isabella Rossellini son las piezas de un puzzle que se ensambla al ritmo de un trascendental violín.

Un montaje excepcionalmente hilvanado y una propuesta estética muy interesante combinan en un cóctel de ingeniosa forma y sólido contenido. El surrealismo se funde con una causticidad agridulce que, con menos miel que limón, nos evoca en numerosos matices al Jean-Pierre Jeunet más incisivo y provocador. La propuesta brinda constantes referencias a su formato de origen. La fusión visual entre cine y comic ya ha sido extremadamente explotada, pero el hibrido resultante en esta ocasión se aleja del estereotipo actual con una arrolladora singularidad; una plasticidad absoluta de la imagen y un manejo exquisito del color y la luz desvinculan este trabajo de cualquier otro planteamiento anterior, otorgándole un temperamento muy particular.

Este ácido melodrama tiende a juguetear con lo metafísico y lo trascendental desde una perspectiva deliciosamente infantil. La vida y la muerte se vuelven tenues en sus líneas divisorias y la ensoñación y el misticismo se apoderan de la narración. La capacidad de transformar lo cotidiano en algo extraordinario – y viceversa-, ya es una constante en la imaginería de esta fumadora empedernida que, de nuevo, con Pollo con ciruelas, consigue rendirnos a su personal surrealismo y a su singular poesía.