Valoración de VaDeCine.es: 6
Título original: The Expendables 2
Nacionalidad: EE.UU.
Año: 2012 Duración: 102 min.
Dirección: Simon West
Guión: Richard Wenk y Sylvester Stallone
Fotografía: Shelly Johnson
Música: Brian Tyler
Intérpretes: Sylvester Stallone (Barney Ross), Jason Statham (Lee Christmas), Jet Li (Yin Yang), Dolph Lundgren (Gunner Jensen), Terry Crews (Hale Caesar), Randy Couture (Toll Road), Liam Hemsworth (Billy El Niño), Jean-Claude Van Damme (Jean Vilain), Bruce Willis (Church), Arnold Schwarzenegger (Trench), Yu Nan (Maggie), Chuck Norris (Booker)
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Trailer
Para sorpresa de propios y extraños, esta segunda parte de Los mercenarios pasa por ser algo más que una reunión de viejos enemigos fílmicos, ahora reencontrados cuales colegas de una indisimulable tercera edad que se entretienen pegando unos tiritos y descargando adrenalina, recordando aquellos viejos tiempos gloriosos donde sus lustrosos cuerpos y rostros les permitía ser los reyes de la función con todo merecimiento. Y es que a diferencia de la primera cinta, aquí se ha optado por acompañar el ruido y la furia complaciente consigo misma y evidentemente chistosa, con un poco de pausa y detenimiento, lo que otorga a la cinta un mayor sentido en su componente autoreferencial a la par que vehicula una narración de por sí salida de madre, agregándole un matiz de heroísmo y motivos vengativos en su definición. Lo que viene a ser el preocuparse en contar una historia, por muy elemental que ésta fuera, y no sólo (re)lucir un auto-homenaje per sé.

Parece que el cambio de nombre detrás de la silla que todo lo mira ha dado buenos frutos, y la mudanza del habitual atropellamiento visual de Stallone -parido únicamente por y para la acción en la primera cinta- por el de Simon West, hacedor de un cine musculoso por definición, con marca de entretenimiento registrada (véanse Con Air o la más reciente The mechanic), han hecho que el primero haya pensado un guión más inteligente con el que ponerse delante de las cámaras mejor situado, como una figura sanamente remodelada y acreedor de un semblante paradójica (que no literalmente) más adulto. No es, en absoluto, que la artesanía de West tras las cámaras a la hora de ejecutar las no demasiado abundantes secuencias de acción se erija como lo más vistoso o siquiera notable del conjunto; sin embargo, sabe acompañar sutilmente los múltiples momentos de transición así como los innumerables e incisivos diálogos prestando atención al gesto y a la expresión de los actores -habitualmente demacrados y con un indisimulado cariz auto-paródico en su semblante, pero siempre esforzados-, subrayando tales condiciones.
Así, el cacareado aliciente de ver reunidos a semejante constelación de estrellas (Stallone, Statham, Lundgren, Li, Willis, Schwarzenegger, van Damme… y Norris), en efecto un festival de diversión de por sí mismo, cobra sentido desde el momento que el libreto les sitúa en sana interacción referencial y la tilde se ubica en la raíz cómica, poniéndose más de relieve los dardos cruzados y las situaciones improbables que se dan entre ellos que los disparos que han de ejecutar. Cada intérprete deja de ser una mera comparsa (como lo era en la primera entrega) para integrarse, en mayor o menor medida, en el interior de un conjunto en claro crescendo, que despega a raíz de la trágica muerte de un compañero joven -quien servía como primer apunte para establecer una reflexión acerca de lo viejo y lo nuevo, de la imposibilidad física del mercenario adulto… y de la rebelión posterior contra tal condición, impulsada por el afán justiciero y el ánimo de un sano compañerismo- y aterriza en el territorio de la adrenalina despreocupada, con el esperado duelo final incluído, al modo antiguo: queremos quién gane, sabemos que va a ganar, pero aun así nos mantenemos en tensión durante.

La aparición de un villano odioso en Los mercenarios 2 hace crecer a la película, y a su vez sirve como perfecta definición de la misma. Así, ésta tiene un fin, un objetivo claro con el que motivar al espectador en su viaje de acompañamiento con este carismático grupo, para satisfacerle finalmente como no podía ser de otro modo. Que dicho villano esté interpretado por Jean-Claude Van Damme y que éste se tome en serio su interpretación de la misma manera que se tomaba en serio sus patadas de hace veinte años, hace más grande su presencia y no evita una sonrisa cómplice por nuestra parte, sobre todo al observar la planicie de su personaje. Está en consonancia con una historia que pese a sus ocurrentes diálogos, a la corrección de los mencionados intérpretes y a la profesional ejecución de algunas secuencias espectaculares, no deja de ser una básica muestra de cine de acción, que no puede ofrecer mucho más. O sí… porque en medio de semejante jungla de dinosaurios revueltos emerge la figura estelar de un impagable Chuck Norris, que revienta cualquier suposición con sus improvisadas apariciones y nos plantea si en verdad el cine de acción existe realmente o no es más que un esforzado intento de hacer que la comedia sea algo más que unas simples risas.

Si esta película la hubiesen realizado en los años 90 habría acabado en el cubo de la basura, pero como los héroes de acción de aquella época ya son maduritos y cualquier día la palman, los mitómanos y nuevas generaciones de flipados se pirran por verles a todos juntos en el celuloide, aunque sea jugando a las cartas, haciendo calceta o realizando unas interpretaciones más que pésimas dentro de un guión inexistente, que vulnera las más elementales normas del arte cinematográfico.
agregándole un matiz de heroísmo y motivos vengativos en su definición
¿heroísmo?¿dónde está el autosacrificio, la épica?
sabe acompañar sutilmente los múltiples momentos de transición así como los innumerables e incisivos diálogos prestando atención al gesto y a la expresión de los actores
se nota que son actores del método...pedazo de actuaciones...van para el Óscar seguro.
Cada intérprete deja de ser una mera comparsa (como lo era en la primera entrega) para integrarse, en mayor o menor medida, en el interior de un conjunto en claro crescendo, que despega a raíz de la trágica muerte de un compañero joven -quien servía como primer apunte para establecer una reflexión acerca de lo viejo y lo nuevo, de la imposibilidad física del mercenario adulto… y de la rebelión posterior contra tal condición
Claro hombre, son los superhombres de Nietzche. Esta base argumental está en el decálogo de las más rancias películas de acción.
emerge la figura estelar de un impagable Chuck Norris
Pedazo de elípsis y de interpretación. No sólo con Chuck Norris, también con A.S. y B.W. cuando aparecen en el coche. El cine de acción existe amigo. Te lo asegura un gran aficionado a este género.