Valoración de VaDeCine.es: 7
Título original: Prometheus
Nacionalidad: Estados Unidos
Año: 2012 Duración: 123 min.
Dirección: Ridley Scott
Guión: Damon Lindelof, John Spaihts
Fotografía: Dariusz Wolski
Música: Marc Streitenfeld
Intérpretes: Noomi Rapace (Elizabeth Shaw), Michael Fassbender (David), Charlize Theron (Mederith), Idris Elba (Janek), Guy Pearce (Peter)
Página Web
Trailer
Preestreno organizado por Sensacine
UN ALIEN DEL SIGLO XXI
Las expectativas. Demasiadas, sin duda, ante una nueva obra de Ridley Scott, más aún cuando éste se atreve a retomar a la criatura que más famoso le hizo: Alien. Rumorología, pseudo-información, información acerca de ésta, publicidad, campañas virales... Todo vale para agrandar el hype, rebasado ya de antemano ante un producto de estas características. Irrelevancias. Nada de lo anterior sienta un precedente a la hora de valorar el nuevo film, por más que Prometheus se plantee como precuela de aquél, toda vez imbuidos dentro de su apasionante universo descubramos que en realidad se trate de la misma cosa pero asistida por las capas de revestimiento inherentes al siglo XXI, esto es, una mayor aparatosidad en la producción, que se ve necesariamente despojada de la sutileza y la depuración narrativa de la original; lastres que beben directamente de las imposiciones de una major que se ve obligada a vender uno de sus productos más preciados al gran público más de 30 años después, sea o no fan de la famosa saga de xenomorfos. Coartadas en la libre creación, que imposibilitan la concreción de la emergente figura demiúrgica que representa Scott; quizás un caprichoso revés del destino, revelador de su falta de parentesco primigenio con respecto al primer Alien (recordemos que el proyecto le vino dado tras pasar por unas cuantas cabezas pensantes, siendo una de las más visibles la de Dan O’Bannon).
Y es que la historia que hay detrás de Prometheus está muy relacionada con esto último, ya que nos habla acerca de los orígenes de la humanidad y sus creadores, y de cómo estos pecaron con los mismos errores que siempre han perjudicado al hombre, acaso dañándose a sí mismo; y sobre la ansiada y permanente búsqueda de esos orígenes por nuestra especie, aun fuera de nuestras fronteras, inmersos en lo desconocido. En este marco cuasi teológico, de clara raíz mitológica desde el mismo nombre de la cinta -el mismo que el de la nave de la expedición y que alude a Prometeo, el titán que robó el fuego a los dioses para entregárselo a los seres humanos; gestos, ambos, de una valentía suicida- se desarrolla una trama prácticamente idéntica en su esqueleto narrativo con respecto a Alien, el octavo pasajero: un grupo de investigadores y especialistas se desplaza a otro planeta movido por una corporación multimillonaria en el ámbito del estudio científico; allí realiza un terrorífico descubrimiento (soterrado bajo el paso de los siglos); éste le perseguirá como una maldición, afectando a todos los tripulantes de la nave.

Si bien los parámetros de la historia nos suenan familiares, no lo es así el significado último de la misma, y es que los guionistas Damon Lindelof y John Spaihts han tomado acertadamente las bases del film original para conformar en Prometheus un nuevo misterio que encaja a la perfección en el incómodo universo que aquél planteaba, manteniendo la visión nihilista de la especie humana y sus ínfulas de conocimiento pero, no obstante, dejando completamente abierto el elemento de la suposición, despreciando respuestas, otorgando inquietantes interrogantes que quizás sean resueltos en posibles nuevas cintas de la saga. Todo un acierto -en beneficio del sano ejercicio del pensamiento, en añadido al del mero disfrute conceptual- que incomodará sobremanera a los amantes de la sobreexplicación, un mal endémico que corroe a nuestra sociedad.
Entretanto queda un film apabullante en lo visual, habitual marca de estilo de Ridley Scott, gracias a una fotografía de marcado tono tenebroso y oscurantista, que resalta los pliegues, viscosidades, y las extrañas formas incrustadas en las paredes de unos decorados sencillamente espectaculares, obra de Arthur Max pero con el inconfundible alma presente de ese genio absoluto del horror concebido llamado H.R. Giger. Un ensamblaje malsano de claros aires lovecraftianos que conforma un fondo temático muy particular pero habitualmente difícil de plasmar en imágenes, y que aquí aparece dignamente representado: el horror cósmico.

A pesar de unas pobres actuaciones (excepción hecha del glorioso Michael Fassbender, un auténtico camaleón de la pantalla -tanto como para emparentarse corporal y figurativamente al Peter O’Toole de Lawrence de Arabia-, cuyo papel como androide justifica por sí solo el visionado de la cinta), quizás provocado por la mala definición de los respectivos personajes -en su mayoría meros clichés carentes de entusiasmo, cuando no de comprensible presencia en el film-, y de algunos giros de guión accesorios y de cara a la galería, Scott sabe mantener la tensión e incluso, por momentos, ofrece el miedo a lo desconocido que tan sobresalientemente y con mucho menos a su disposición nos brindó en Alien. Amén de no abusar de secuencias espectaculares (como la de la tormenta) que convirtieran su cinta en otro blockbuster más, sostiene la inquietud y la desasosegante sensación de constante amenaza en las tomas que se prestan a ello, y explosiona el relato en muy contadas ocasiones a través de una asquerosa y brutal representación en imágenes de lo amorfo, variando el estilo de dicha representación, sin caer en la repetición.
La atmósfera y discurrir de Prometheus apuntan más a ésta como una digna continuación del film original que como precuela, por más que la cronología y el arco argumental indiquen lo contrario. Scott ha sabido retomar el opresivo universo que ya creó, dándole una pequeña vuelta de tuerca en lo referente a su génesis pero manteniendo su esencia, sin por ello caer en la obviedad, aunque bordeándola desde el momento en que la superproducción que aborda debe ofrecer lo que el cine de la segunda década del nuevo milenio acostumbra a dar. Algo muy distinto y limitado, tanto en forma como en alcance cognoscitivo, respecto a lo anterior.
Diossss no existe, estamos jodidos, sólo los seres y dioses primigenios, nuestros hacedores y demiurgos ¿y que pinta entonces esa cruz en el cuello de la protagonista? Ya se dará cuenta ella de que no hay nadie a quién rezar, todos somos el alimento de esos dioses oscuros y de esas criaturas fungosas.
La condición de blockbuster de la película se acrecienta a medida que pasan los días, esperemos que la precuela vaya por mejor camino.
Mira mi crítica EVIL!!! http://fiebredecabina.co m/2012/08/02/prometheus/