Película Hondo

Si buscásemos en una enciclopedia la definición del western de presupuesto medio(1) de la década de los cincuenta, seguramente nos saldría la imagen de Hondo como ejemplo perfecto, como bien pudieran haberlo sido, por nombrar algunas películas no tan tratadas, Los forasteros (Hangman’s Knot, 1952), de Roy Huggins; Rebeldes en la ciudad (Rebel in Town, 1956), de Alfred L. Werker; Red Sundown (1956), de Jack Arnold; Last of the Comanches [tv: El último comanche, 1953), de André de Toth; War Paint [tv: Pintura de guerra, 1953], de Lesley Selander; o westerns de gente como Allan Dwan, Joseph Kane, William Witney, Budd Boetticher, George Sherman, Gordon Douglas o tantos otros directores de los que poco o nada se ha hablado, pero que merecen que se rastree su obra, no esperando buscar obras maestras (que las hay), pero sí descubrir y deleitarse con una peculiar y muy efectiva forma de hacer y entender el cine.

¿En qué se caracteriza este tipo de western? Personalmente, creo que lo primordial se debe a cuestiones extracinematográficas que tienen que ver con la política del sistema de estudios, en concreto al aplicar al sistema productivo de westerns los beneficios de la especialización: guionistas, directores, repartos y técnicos profesionales del western en aras de que la suma de las partes diese un producto que respira a artesanía y efectividad por todos sus poros.

Fíjense por ejemplo en un grato ejemplo de economía narrativa con la que resuelve Farrow la primera batalla entre la caballería y los apaches en el film: vemos cómo los soldados parten del fuerte, a continuación Farrow monta varios primeros planos de los indios pintándose las caras y observamos cómo el jefe Vittorio (Michael Pate) los manda cargar antes de cortar elípticamente a la siguiente escena, donde Hondo Lane (John Wayne) llega al fuerte y saca de sus alforjas el banderín de la compañía aniquilada.

Pero donde realmente reside la clave del éxito de Hondo (película muy popular en su época y que estuvo fuera de circulación durante varias décadas) es en las relaciones entre sus personajes gracias a un guion bien urdido por James Edward Grant: la patente presencia de un pasado que motiva las acciones de los personajes, el progresivo afecto que va sintiendo el tajante self made man Hondo por la granjera Angie Lowe (una Geraldine Page debutante y nominada al Oscar) y su hijo Johnny (Lee Aaker), la tensión sexual latente entre ambos protagonistas y el avanzado retrato del pueblo indio, empezando por el honorable Vittorio y las confesiones sentimentales de Hondo hasta la declaración de intenciones del final, tras otra magnífica muestra de acción(2), en la que se constata el inicio del ocaso de los apaches y su modo de vida, “una buena forma de vivir”, que dirá Hondo, pesarosamente.

(1)No confundamos un presupuesto medio que puede ser ajustado con una serie B hecha con cuatro duros, aun cuando por razones de estrellato pueda llevar a engaños. ¿Qué diferencia de escala productiva y medios hay entre Hondo y Thunder over the Plains, ambas del mismo año y distribuidas por la Warner, salvo que una cuenta con John Wayne y la otra con Randolph Scott?
(2)De la que se hizo cargo el maestro John Ford, al tener Farrow que abandonar prematuramente el rodaje por motivos de agenda.