Valoración de VaDeCine.es: 9
Título original: There Was a Crooked Man
Nacionalidad: Estados Unidos
Año: 1970 Duración: 123 min.
Dirección: Joseph L. Mankiewicz
Guión: Robert Benton & David Newman
Fotografía: Harry Stradling Jr.
Música: Charles Strouse
Intérpretes: Kirk Douglas (Paris Pitman), Henry Fonda (Lopeman), Hume Cronyn (Dudley), Warren Oates (Floyd), Burgess Meredith (Missouri Kid), John Randolph (Cirus),
Trailer
En el terreno del western caben multitud de discursos. Es por ello que no se debería hablar de género, sino de marco en el que desarrollar una gran heterogeneidad de aspectos humanos bajo la superficie de la acción, el drama, el romance, el bélico, la comedia o la aventura, por citar algunas de las líneas más utilizadas. En su inaudita incursión en el cine del Oeste, Mankiewizc aprovecha para trazar un interesantísimo trabajo sobre la difusa frontera que separa el bien del mal dentro de los códigos del carcelario con arriesgados pero atinados toques de farsa burlona. El humor negro y un cinismo desaforado sirven de impetuoso motor a una película perversamente amena que engancha al espectador desde su tragicómico y esclarecedor inicio. Las cartas sobre la mesa en sus primeros minutos. Leña a la farisea moral, palos a la diferencia de clases y nitidez acerca del carácter que marcará a cada uno de los personajes hasta el consecuente y brillante desenlace. El célebre realizador también define la pauta de estilo en sus desenfadados e insólitos créditos. Les sigue un extravagante diseño de producción que otorga personalidad y un aspecto muy moderno que curiosamente funciona. Dirección impecable, interpretaciones sin precio y un argumento redondo culminarán en sobresaliente dos horas después.

Al guión de Robert Benton & David Newman no le falta desvergüenza e ingenio. Estas intenciones son personificadas en el encantador Paris Pitman Jr. (Kirk Douglas), sobre quien se edifica una atractiva narración tan embaucadora como él mismo. Su última fechoría le ha conducido con justicia a la cárcel, microcosmos en el que diseccionar los rasgos humanos con sorprendente lucidez y subversión, pero donde no resulta sencillo esquivar ciertos arquetipos. Tras la fachada de una sonrisa perpetua se oculta una mente maquiavélica; a años luz de sus compañeros de condena. Su enorme astucia, un conocimiento profundo sobre la psique y un codiciado botín oculto serán sus grandes armas. Pretende escapar de esos muros lo antes posible; para ello no duda en manipular a diestro y siniestro bajo nuestra cómplice y morbosa mirada. Sin embargo, cuando el nuevo alcaide Lopeman (Henry Fonda) llega con buenas y revolucionarias intenciones al centro penitenciario, Pitman florece como líder carismático y más que probable ejemplo de rehabilitación. Un toque de ingenua euforia y confianza en el ser humano perfuma la función. La simpatía del espectador se divide entre ambos: el hombre recto y un venenoso canalla en el que apetece creer, si bien para entonces conocemos de sobra al sibilino sinvergüenza. Los nubarrones del pesimismo amenazan descargar con furia. Otra decepción más, la enésima para el abnegado Lopeman, podría encharcar cualquier ideal y perspectiva, y además con razón, ¿o no? Por fortuna la película lanza cuestiones pero no aspira a respuestas rotundas. Existe un compromiso ético, de eso no hay duda, pero es extremadamente complejo dadas las circunstancias de una sociedad discutible. La moralina barata queda por tanto descartada cuando parece reclamar protagonismo. Y bien que se agradece. Bravo.
Pues ya tengo una cita con esta película