
Valoración de VaDeCine.es: 7
Título original: L'avocat de la terreur Nacionalidad: Francia Año: 2007 Duración: 135 min. Dirección: Barbet Schroeder Guión: Prosper Keating Fotografía: Caroline Champetier, Jean-Luc Perréard Música: Jorge Arriagada Intérpretes: Documental
Trailer
Los personajes que se graban al ácido en nuestras entrañas suelen ser aquellos que habitan en la difusa frontera, los que saltan de un lado a otro de esta línea imaginaria y pactada pues para ellos sólo refleja la miopía e ignorancia del ser humano. Los que poseen un halo de misterio y oscuridad que nos aterra, pero que no nos permite desviar la mirada hacia rincones más acogedores. Los que no piensan ni actúan como la mayoría, siempre equivocada y aborregada. Aquellos con la sensibilidad y educación exquisitas para despojarse de su americana y tirarla sobre un charco de agua estancada para que su pareja cruce sin ensuciarse el calzado, pero a la vez, al segundo siguiente, quienes no dudarían en apretar un botón y asesinar a docenas de inocentes, si piensan que el fin lo justifica. Véase Hannibal Lecter de El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991), el Joker de El Caballero Oscuro (Christopher Nolan, 2008) o el propio supuesto defensor de la ley de este último film.
Jacques Vergés, desconocido para el gran público hasta la proyección en las salas de este documental, El abogado del terror, dirigido por Barbet Schroeder, es un miembro de honor de este selecto y reducido club.
Durante su metraje se repasan los acontecimientos más destacados de este singular hombre. En cada uno de ellos brilla con la fuerza de un sol la controversia, el pensamiento único, la provocación, la contradicción y el descaro infinito. Así conocemos de dónde proviene, su participación en las fuerzas francesas de liberación durante la ocupación nazi para, poco después, enfrentarse a sus hermanos y enrolarse en la insurrección argelina, donde conoció al ángel de esta trágica revolución, Djamila Bouhired, con la que, tras su paso durante unos años por la cárcel, se casó y formó una familia. Tras una elipsis de ocho años en la que nadie sabe dónde estuvo el letrado, regresó a la vida pública para defender en los tribunales a los hombres con peor cartel de este siglo, desde terroristas desalmados a concienzudos torturadores pasando por dictadores iluminados. No sólo eran sus clientes, él los consideraba sus amigos.
Querido lector, permítame aclararle que con el párrafo anterior no le he saboteado la película. Esa información la puede encontrar en cientos de páginas web. Es más, le recomendaría encarecidamente que leyese algo sobre el personaje antes de enfrentarse al visionado de la cinta. Quizás así evitemos perdernos en un mar de fechas, nombres, organizaciones, ciudades y cifras.

Por tanto, el material de partida con el que cuenta Schroeder es conocido y fantástico, lleno de posibilidades. Para colmo cuenta con la participación directa del abogado y de ciertas personas que le acompañaron en los días clave de su vida. Todos ellos hablan con calma y mesura, mirando de frente a la cámara, narrando aquellos acontecimientos con brutal sinceridad. Vergés, normalmente fumando un puro y retando al mundo civilizado con sus proclamas. Otros no quisieron saber nada del asunto, odian al homenajeado. En pantalla contemplamos como se suceden los monólogos contemporáneos al estreno de la película -en salones y despachos pertenecientes a clases sociales divergentes, no a todos trató igual la vida- con las imágenes de archivo de lo que nos están explicando.
Con tales ingredientes la receta no debería fallar. Pero, en parte, lo hace. Lástima. No hay magia en ningún fotograma. Ninguna escena que recordar. Todo es plano, sin nervio. Hablan de los pasados acontecimientos como se puede hablar de la rutinaria vida de las hormigas en las faldas de Sierra Morena durante las primeras seis semanas del estío en las tardes nubladas. Schroeder ha querido ser tan objetivo con el abogado, para no condicionar el pensamiento o el sentimiento del espectador, que al final lo que ha conseguido es filmar una clase de historia aséptica sobre un hombre único. Se echan de menos las preguntas más importantes: ¿cómo es convivir con una mujer que pone bombas?, ¿qué opinan sus hijos de ustedes?, ¿dónde establece los límites?, ¿todo está permitido en la guerra?, ¿es usted feliz?, ¿qué vale la vida de un hombre?, ¿qué opina del holocausto y del papel que jugó la iglesia?
Quizás el futuro nos regale una película que explote con mayor acierto los abismos de Vergés, quién sabe. Mientras tanto, como presentación, El abogado del terror nos servirá. Con ustedes, el abogado del Diablo.

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