
Valoración de VaDeCine.es: 8.5
Título original: Martha Marcy May Marlene Nacionalidad: USA Año: 2011 Duración: 102 min. Dirección: Sean Durkin Guión: Sean Durkin Fotografía: Jody Lee Lipes Música: Daniel Bensi, Saunder Jurriaans Intérpretes: Elizabeth Olsen (Martha), John Hawkes (Patrick), Brady Corbet (Watts), Hugh Dancy (Ted), Sarah Paulson (Lucy), Julia Garner (Sara), Louisa Krause (Zoe), Christopher Abbott (Max)
Trailer
Como otros muchos autores que hacen prospecciones en la América profunda, Sean Durkin encontró su hueco en Sundance. Punto de partida de algunas de las mejores obras facturadas últimamente en los Estados Unidos. Hablo de filmes como Frozen River, Blue Valentine o Winter’s Bone, que ejercen de Mr Hyde del Hollywood más autocomplaciente, revisando a la baja el concepto de sociedad que este vende al resto del mundo. Martha Marcy May Marlene, su ópera prima como guionista y director, pertenece a este grupo y ganó el premio a la mejor dirección en el festival de 2011.
Si alguien dudaba de la relevancia de Funny Games, encontrará diezmo y, por tanto, continuidad en este largometraje, sobresaliente ‘indie’ en el que incluso una casa en el lago hace de pulcro escenario de perversión y violencia, aunque en este caso sea principalmente psicológica. Porque la cinta retoma la brutalidad del Haneke más explicito y la arrincona en la mente de su protagonista, una joven (estupenda Elisabeth Olsen) perseguida por su pasado reciente en una comuna sectaria.
El intrigante, arisco y desordenado comportamiento que su hermana encuentra en ella cuando la acoge junto a su pareja es convenientemente revelado con cuentagotas a lo largo de la historia, que bifurca el argumento en dos líneas desarrolladas en paralelo y conectadas mediante la elipsis. La primera –el tiempo que la protagonista pasa en la comuna- definitoria de la segunda –los mencionados primeros días de libertad con su hermana tras su huida-.

La causa es significativamente más interesante que el efecto, siempre latente, germen del miedo irracional de Martha a ser encontrada por aquellos que pasaron de ser salvadores emocionales de su extravío a ser su mayor tormento. Imponente, Patrick, el patriarca de la comuna, se erige en figura trascendental de la trama. John Hawkes vuelve a tatuar su rostro en nuestra memoria con un trabajo estupendo que incluye, como en el epílogo de Winter’s Bone, una brillante secuencia musical que marca el triunfo del desvarío de esa mente enferma y culta, el momento en que Martha se convierte en Marcy, subyugada por la personalidad de su amo a pesar del daño físico y psicológico.
Solo la brutalidad de la muerte, fría y silenciosa, hará saltar por los aires el cerrojo de su prisión emocional, aunque en la huida la mochila vaya cargada de traumas. La misma muerte que ella intuye acechante a partir de entonces. Incapaz de escapar a la incomunicación, en la soledad resuena ensordecedoramente su sentimiento de inseguridad, a plena luz del día o en la noche cerrada, da igual. Hasta la última línea de este excelente trabajo.

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John Hawkes se está encasillando, ajaja