Valoración de VaDeCine.es: 8
Título original: Tinker, Tailor, Soldier, Spy
Nacionalidad: USA
Año: 2011 Duración: 127 min.
Dirección: Tomas Alfredson
Guión: Bridget O'Connor, Peter Straughan (Novela: John le Carré)
Fotografía: Hoyte Van Hoytema
Música: Alberto Iglesias
Intérpretes: Gary Oldman (George Smiley), John Hurt (Control), Colin Firth (Bill Haydon), Mark Strong (Jim Prideaux), Toby Jones (Percy Alleline),
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Trailer
No debe resultar fácil dar el salto al cine mainstream, esa charca de producción semi-comercial donde uno se encuentra en el ojo del huracán, mirado desde todos los ángulos posibles, pero donde se supone, aún puede (o debe) mantenerse cierto grado de independencia o tener la oportunidad de presentar la acreditación de autoría, fruto de la cual probablemente se esté ahí. Algo así le ocurre a Tomas Alfredson con Tinker, Taylor, Soldier, Spy, adaptación de la novela del mismo nombre del reconocido escritor británico John Le Carré, conocido por sus geniales relatos de espionaje.
Porque Alfredson, conocido a raíz de su genial revisión del mito del vampirismo focalizado en una triste infancia (Déjame entrar, 2008), mantiene además una marca de estilo profundamente personal y de claro sabor nórdico. En efecto, el hecho de verse rodeado de todo un magnífico y reconocido elenco de actores, así como de una mayor solvencia económica fruto de la co-producción de varios países europeos, no le impide desviar su analítica, subrepticia mirada personal hacia el universo desmoronado con el que aquí se ha enfrentado, y que no es otro que el del complejo y alambicado entramado del espionaje presente en la cúpula del servicio secreto británico en plena Guerra Fría, en la década de los 70.

Lo cierto es que su manera de filmar, en base a un estilismo gélido que deja tras de sí un carrete de imágenes en apariencia sin la capacidad de esconder sentimientos, encaja muy bien con el tipo de relato que aquí adapta. Prima la mirada sobre la palabra, el gesto sobre la explicación, y una vez recreada la atmósfera de sospecha y desconfianza ambiental en base a una fotografía de carácter retro que sirve como perfecta contextualización cara a la historia, emana un trabajo actoral soberbio, donde cada matiz, cada movimiento, cada expresión, se antoja significante. Un conjunto perfectamente orquestado en el cual se resalta la figura de George Smiley, interpretado por un impresionante Gary Oldman que parece actuar exclusivamente con su mirada, dada la contención extrema de sus movimientos en el plano; tranquilo, inteligente e imperturbable perseguidor -cual reptil que acecha a su presa- del agente doble que se ha infiltrado en la cúpula.

El laconismo de la narración es tal que pudiera parecer una película demasiado fría o incluso confusa por momentos, y en efecto puede quedar esa sensación si no se presta una extrema atención a los múltiples y bien ubicados detalles para dar con las claves que desentrañan la trama y que sirven para conocer, lo poco que se nos permite, a los complejos personajes. En realidad, lo pausado y distante del avance no es sino el mecanismo ideal que utiliza el director para distribuir adecuadamente las diferentes subtramas o episodios que se dan cita en el relato, todos muy próximos entre sí tanto en el arco temporal como en el espacio argumental, sin variaciones ni altibajos de tono apreciables, en pos de una mejor visibilidad de conjunto; al final todo confluye y el ejercicio de esfuerzo por parte del espectador tiene su merecida recompensa.
Detrás de El topo existe una desolada mirada hacia la soledad y la incomprensión por un mundo en efecto demasiado complejo, donde la identidad deja de tener importancia toda vez se ve inmiscuida en el entramado político y económico que siempre ha movido y moverá el mundo. Un tema intemporal, condenado a perpetuidad, ya se trate de la obra de Tomas Alfredson, de la de Le Carré, o, cómo no, de nuestro propio presente.
Una vez decía Paul Greengrass que Bourne era un tío de izquierdas y que Bond era un cerdo imperialista. Lo mismo les pasa a éstos. Como dice uno de ellos, son lo que se interpone entre occidente y el comunismo. Cerdos imperialistas pero sin efectos especiales. La simple amenaza de una repatriación forzosa ya les hace cantar como sopranos :)