Película Repulsión

Repulsión es un drama psicológico en el que encontramos cierta influencia de la Nouvelle Vague al más puro estilo Rohmer. Polanski, en este retrato freudiano plagado de obsesiones y traumas, nos coge de la mano y nos transporta al universo interior de la joven Carole (Catherine Deneuve) para arrastrarnos a lo más oscuro y perturbado de su psique.

Transcurridos los primeros minutos de cinta, el maestro Polanski ya nos ha hecho partícipes del film gracias al ejercicio de voyeurismo que nos ofrecen sus largos travellinsg en los que nos sorprendemos persiguiendo a la bella Carole en su recorrido por las calles de Londres. Esto, añadido a los inteligentísimos movimientos de cámara del realizador y a su capacidad para esconderse tras las angulosas paredes del apartamento plano tras plano, nos hace formar parte de la escena, convirtiéndonos en un silencioso personaje omnipresente en todo el desarrollo del film.

En un perturbador blanco y negro (llevado al más absoluto extremo con el uso de unos magistrales claroscuros), Polanski nos envuelve en una atmósfera opresiva que se va acentuado con la gradual degeneración mental de Carole. El apartamento que comparte con su hermana se va convirtiendo poco a poco en una prisión física y mental para la protagonista. Polanski nos involucra en la progresiva locura de la protagonista por medio de su habitual maestría con la cámara, abrumándonos con secuencias que deforman una realidad tangible en pos de una ambientación caótica y confusa que remarca la impresionante banda sonora que aporta Chico Hamilton.

Catherine Deneuve está espléndida en su papel. Polanski aprovecha la fuerza de su mirada para abrirnos la puerta de su subconsciente por medio de un plano corto de sus profundos ojos durante los títulos de crédito iniciales. La protagonista, de carácter un tanto autista y bastante infantil, nos da muestras de su enfermiza mente, acudiendo recurrentemente a unos movimientos estereotipados y compulsivos que nos hacen prever la complejidad de su persona.

Una fuerte carga simbólica se apodera de la obra desde el comienzo. La metáfora siempre suele esconder tras de sí una contundente alusión sexual, la cual, paradójicamente, es siempre inhibida de manera automática por Carole, que encuentra su contrapunto en una hermana que mantiene una relación políticamente incorrecta y entregada a la lujuria. Polanski, en un sutil último plano, sugiere que el origen de la aversión que siente Carole por todo lo concerniente a la sexualidad masculina es fruto de un trauma infantil que marcará el maltrecho devenir de Carole.

En este descenso a los más ocultos recovecos de una mente esquizoide, no encontraremos rastro del Polanski más comercial, sino que tendremos el placer de topar con la faceta inquieta, experimental y transgresora del director. Los inicios de muchos directores pasan a la historia como rarezas con más o menos impronta que tratan de definir el futuro estilo de posteriores trabajos pero, en este caso, el ejercicio estilístico rebasa las expectativas y nos sorprende con un esmerado resultado que sin duda está a la altura (si no supera) las obras de madurez del director polaco.