Película Los crímenes de Oxford

¿Podemos llegar a conocer la verdad? Álex de la Iglesia indaga en los entresijos matemáticos, filosóficos y azarosos más nihilistas para ofrecernos Los Crímenes de Oxford, una de sus películas más indeterminadas y academicistas que se aleja de la habitual estridencia que suele acompañar a su cine.

Con un comienzo extremadamente predecible y un desarrollo que todavía lo es más, de la Iglesia juega a perderse en cavilaciones y triquiñuelas argumentales que poco tienen de sorprendentes; más aún si tenemos en cuenta el frágil entramado sobre el que se sostiene la intriga. Así, encontramos en manos de un antojadizo destino el clímax y consiguiente desenlace de la historia, que por medio de encontronazos fortuitos alcanza una resolución rocambolesca. Un crimen que resulta a ojos del espectador no tan perfecto como cabría esperar. Y es que el presidente de la academia en esta ocasión parece más preocupado por demostrar su aventurado y personal duelo intelectual que por hilvanar de forma sustancial este thriller de obvia influencia hitchcockiana.

No obstante, a pesar de la tosca causalidad con la que los hechos acontecen, estamos ante un film de una calidad formal casi impecable. Tanto es así que resulta excesivamente rígida y encorsetada en sus cánones autoimpuestos. Con una tensión sostenida, y también ligeramente alargada, Los crímenes de Oxford se presenta como un producto frío y aséptico que renuncia al sello propio para regalarnos un calco de superproducción americana que poco o nada se acerca a un cine que, en Álex, tiende a la hipérbole y al naturalismo más exacerbado.

Con todo, por arte de magia, la cinta consigue mantener al espectador enganchado a la trama. A ello contribuye una magnánima Leonor Watling que, devorando cinematográficamente a un insustancial Elijah Wood, se erige como amazona capaz de cautivar al público masculino sin ningún tipo de concesión. Y todo ello pese a afrontar la hazaña de encarnar a un personaje completamente superfluo engarzado de manera burda en la historia principal. ¿Suficiente aliciente? Decidan ustedes.