
Valoración de VaDeCine.es: 3,5
Título original: Skyline Nacionalidad: Estados Unidos Año: 2010 Duración: 92 min. Dirección: Colin Strause, Greg Strause Guión: Joshua Cordes, Liam O'Donnell Fotografía: Michael Watson Música: Brian Tyler Intérpretes: Eric Balfour (Jarrod), Scottie Thompson (Elaine), Donald Faison (Terry), Brittany Daniel (Candice), Crystal Reed (Denise), David Zayas (Oliver) Página web Trailer
NO MIRES HACIA DENTRO
“Don’t look up” proclaman los Hermanos Strause a modo de sentencia. Quien mira hacia la luz está condenado, parece reafirmar Skyline. Y es que no se veían consecuencias tan funestas para el curioso mirón desde tiempos de Lot y la destrucción de Sodoma y Gomorra, paradigmas del pecado en la Biblia que, de haber sobrevivido a la cólera de Dios, hoy serían resorts vacacionales con el cartel de “No vacancy” permanentemente colgado. El paralelismo, más allá de servir de introducción a la materia, no es para nada gratuito. No es casual que los Strause sitúen la acción en la mal afamada Los Ángeles, aquella ciudad antro de perdición retratada en la canción “Why you’d want to live here?” de los recomendables Death Cab for Cutie. En las estrofas de la misma se hablaba de la contaminación, el caos y la hipocresía de L.A. ¿Quién podría querer vivir allí? Algo más moralistas, los Strause se empeñan en resaltar la ostentosidad y vacuidad del “Hollywood’s way of life”. Sustituyan un dios vengativo por aliens implacables, cambien estatuas de sal por la absorción irrevocable hacia una nave nodriza y ya tendrán hilado el resto del argumento. 
Partiendo de esa idea sencilla y aterradora, Skyline despliega el repertorio de efectos especiales que adorna el currículum de los Strause, hasta hoy responsables de innumerables y sonados éxitos en este campo. Cierto que, a diferencia de los enormes blockbusters que solían traer entre manos, aquí la producción es low cost, hecho que inevitablemente limita a los hermanos a la vez que reafirma su mérito; pues en ésta su segunda incursión como directores de la función, los realizadores de Alien vs. Predator 2 logran hacer creíble la invasión extraterrestre, aportando veracidad (y reduciendo coste, por qué no decirlo) desde la concreción de la ubicación. De paso, centrado en un edificio de apartamentos en medio de un barrio bien de Los Ángeles, uno se ahorra el bochorno de ver repetidas por enésima ocasión las secuencias de destrucción de los más sonados símbolos de nuestra civilización. Sin embargo, y de modo aún más definitivo, aquel “No mires hacia arriba” del que hablábamos al inicio parece actuar de modo inverso aplicado al libreto de este largometraje. Así, si uno levanta la cabeza hacia lo “macro”, queda hipnotizado con la preciosa luz azul, encantado con las secuencias de acción, con toda la parafernalia de la producción. Por contra, si se baja la vista, si se inspecciona lo “micro”, la propuesta queda mutilada por unos diálogos directamente deplorables, por unas relaciones entre personajes de trazo tan grueso que sobrepasan la vergüenza ajena. Paradójicamente, al espectador más le valdrá no mirar hacia abajo, y mucho menos hacia dentro. Difícil de obviar, este apartado podría quedar disimulado por la astucia y originalidad de lo que uno cree el cierre de la historia. Pero justo cuando el fundido en negro había clausurado un aceptable espectáculo sin mayores pretensiones, las imágenes vuelven a la pantalla para perpetrar el más horrendo epílogo que puedan imaginar. De una infamia sin precedentes, tal vez un viejo dicho popular resulte conciso y explicativo con este despropósito: y es que “cuando el tonto coge la linde, la linde se acaba y el tonto sigue”. Pues eso.
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Muy agudo el comentario de la foto, sí señor