
Valoración de VaDeCine.es: 7,5 Título original: Hachi-gatsu no kyôshikyouku Nacionalidad: Japón Año: 1991 Duración: 98 min. Dirección: Akira Kurosawa Guión: Akira Kurosawa (novela: "Nabe no Naka" de Kiyoko Murata) Fotografía: Shinichiro Ikebe Música: Shinichiro Ikebe Intérpretes: Sachiko Murase (Kane), Hisashi Igawa (Tadao), Narumi Kayashima (Machino), Tomoko Ôtakara Tami), Richard Gere (Clark)
Trailer
Allá por 1955, con su Crónica de un ser vivo, Akira Kurosawa mostraba al mundo las llagas causadas por las bombas arrojadas en Hiroshima y Nagasaki. En aquella narración de la paranoia nuclear subsiguiente al desastre, palpamos la piel destrozada, la carne aún abierta por la proximidad de los hechos. Más de tres décadas después, el genio nipón, con la amplitud de miras que otorgan los años acumulados en los ojos, oreó de nuevo la herida para Rapsodia en Agosto, donde retrató la difícil cicatrización del amargo episodio. El pellejo magullado y lleno de profundos surcos mostraba al menos la mal cosida cerrazón de un dolor forzosamente silenciado.
Kurosawa, en un retrato transgeneracional de su nación, hizo confluir tres arquetipos para la superación de cualquier etapa. Así, siguiendo el patrón generador de la testadura historia caminó por la tesis, la antítesis y la síntesis; rebautizadas aquí como trauma, olvido y comprensión. Estados psicológicos personificados respectivamente en la abuela, sus hijos y sus nietos, todos ellos reunidos en unas bucólicas vacaciones de estío. 
En el rostro de la vieja matriarca se refleja la punzada del dolor y el eterno tormento causado por “un gran ojo demoníaco que asomó entre las montañas” próximas a Nagasaki el 9 de agosto de 1945, borrando de la faz de la tierra a su esposo. Pero también sentimos en ella la infinita compasión de quien crió a sus hijos sin inculcar el odio, sin mencionar el horror.
Bajo aquel silencio protector creció en Japón una generación entera de desmemoriados a la que Kurosawa zarandea para, finalmente, hacerles ver que conocer y asimilar la historia es el único modo de que ésta no se vuelva a repetir. En este afán por reprender ciertas actitudes el realizador se muestra irregular, caricaturista en ocasiones, alejándose por momentos de la maestría y la sutileza que trufan su filmografía.
Sin embargo, será en la esperanzadora visión de los nietos, y en la entrañablemente hermosa relación de estos con su abuela, donde Kurosawa muestre que las sombras cruelmente calcinadas por el halo nuclear siempre permanecerán, e indudablemente deben ser recordadas. Así, en un sentido homenaje, Rapsodia en Agosto alza su canto a la reconciliación. Una agradable melodía que habla de un perdón sin olvido, pero también sin rencor alguno. 
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