
Valoración de VaDeCine.es: 7
Título original: The Passion of Christ Nacionalidad: Estados Unidos Año: 2004 Duración: 126 min Dirección: Mel Gibson Guión: Mel Gibson & Benedict Fitzgerald Fotografía: Caleb Deschanel Música: John Debney Intérpretes: Jim Caviezel (Jesús), Maia Morgenstern (María), Luca Lionello (Judas), Monica Bellucci (Magdalena), Mattia Sbragia (Caifás), Hristo Shopov (Pilatos), Rosalinda Celentano (Satán)
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Estremecedora y, sobre todo, violenta hasta la médula, La Pasión de Cristo resulta un notable ejercicio cinematográfico valorable a varios niveles. Por un lado, y referidos estrictamente a su realización técnica, el acabado de la producción como puro retrato de la tortura y el sadismo intrínseco en ella roza la perfección. Y es que su director, Mel Gibson, decidido a colmar de horror y sangre la pantalla, logra angustiar de veras a un espectador aterrado ante el brutal ensañamiento, casi gore, al que somete al gran mito de la Cristiandad. Así, el polémico realizador no engaña a nadie. El título de la obra advierte sobre lo que vamos a presenciar: una atroz pesadilla capaz de trasladar a nuestros ojos, tiñéndolos de rojo, un episodio capital de la religión cristiana. Una visualización hiperrealista, de mejor o de peor gusto, he ahí el gran debate, de mayor o menos interés, pero justificable como pilar fundamental, que así es, de una creencia religiosa simbolizada no en vano con una cruz, máxima y salvaje expresión de la redentora Pasión de Cristo.

Basándose literalmente en el Evangelio, Gibson relata las penosas, y ya por todos conocidas, últimas horas de Jesús al pie de la letra. De esta manera, perdiendo en su empeño cualquier posibilidad de sorpresa narrativa, al cineasta sólo le resta intentar configurar un retrato impactante del momento. Es ahí donde la cinta hace gala de un portentoso diseño de producción que, encabezado por sus magníficos efectos visuales y una decidida apuesta por los idiomas de la época, el latín, hebreo y arameo, asienta su perfecta ambientación con una soberbia caracterización de personajes, la mayoría de ellos desdentados y desaseados, creíbles en definitiva, capaz de introducir al espectador en la cruel y convulsa Judea del siglo I. Una atmósfera asfixiante que, insistente en planos cortos y rica en inteligentes recursos, como ese demonio de aspecto hermafrodita o los inquietantes niños con rostro de anciano, se muestra francamente turbadora para lograr desarrollar las líneas maestras de la obra más allá de la bestial agonía de Jesús.

Y rodeando el tormento, aunque obviamente también salpicadas de sangre, encontramos la duda de Pilatos, angustiado entre la espada y la pared ante la amenaza de sedición; el tormento culpable de Judas, convertido en puro pasaje de terror, y, sobre todo, la clave sentimental del proyecto, la relación amorosa entre Jesús y su madre. Un vínculo francamente conmovedor culminado durante el Via Crucis, suponiendo éste el punto más potente del film. El verdadero clímax afectivo de una historia humana capaz de tocar la fibra sensible más allá de cualquier consideración divina. Y es que Jesús es el niño y María su mamá. A partir de ahí todo queda dicho. El dolor en el corazón resulta insufrible. Un instante cinematográfico francamente conseguido.

A continuación, el discurso flojea hasta la mortal cruz. El trayecto final se hace largo con poco más que contar. La ración de palos empieza a resultar excesiva. A Gibson se le va la mano y la insensibilidad se instala en la sala de butacas con muchos minutos aún por delante. Sólo queda retratar de la manera más realista posible un desenlace tantas veces visto en el cine, pero obviamente aquí mostrado con la máxima credibilidad y rigor. Poco interés en cualquier caso ante el último tramo cuasi documental. Demasiados flashbacks, forzadamente breves y tan toscos como la subrayada huella dejada por Jesús en todos y cada uno de los personajes que, pensativos, presencian impotentes un salvaje ajusticiamiento que pierde fuerza fílmica por momentos.
En cualquier caso, y pese a no cuajar en excelencia, estamos ante una sobrecogedora y notable película formidablemente rodada y gozosa de varios momentos muy emocionantes. En definitiva, un nuevo paso firme en la carrera de un cineasta atrevido y con instinto del que muchos esperamos siempre grandes cosas. Como mínimo, su constante osadía, que no es poco pedir.
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Fuera de crítica: En cuanto a la supuesta carga antisemita de Gibson, no la veo cinematográficamente más radical que el propio Evangelio, osea que ese aspecto tan mencionado está, en mi opinión, algo fuera de lugar por más que el director pueda declararse (no estoy seguro de ello)antisemita abiertamente.