Película Virgen a los 40

¿Saben que se habla de la existencia de una nueva comedia americana? ¿Saben que hay quien ya compara a Judd Apatow con Woody Allen? Y todo porque Virgen a los 40 es, supuestamente, algo nunca visto que junto a ese engendro llamado Zoolander (Ben Stiller, 2001) forman la piedra angular de ese movimiento al que hacía referencia… ¡qué necesario es, a veces, un Señor Lobo que suelte eso de “no empecemos a chuparnos las pollas todavía”! Básicamente, porque ni Ben Stiller ni Judd Apatow han hecho nada nuevo, o por lo menos nada excesivamente revolucionario. En concreto, Virgen a los 40 comparte gran parte del espíritu de esa trilogía generacional perpetrada por Kevin Smith, cuando derrochaba talento a raudales, en Clerks (1994), Mallrats (1995) y Persiguiendo a Amy (Chasing Amy, 1997). Películas a las que, por cierto, ninguno de estos nuevos largometrajes siquiera alcanza. O sea que de lo de Woody ya ni hablamos.

Pero una vez eliminadas las exageraciones, la realidad es que la primera película dirigida por Judd Apatow es bastante resultona y todavía se mantiene como la comedia paradigmática de este movimiento. Ninguna de sus “hermanas” posteriores la ha conseguido superar, ni Lio Embarazoso (Knocked Up, 2007), dirigida por él mismo, ni ninguno de los demás trabajos firmados por su círculo de colaboradores-actores-guionistas; un conglomerado de juventud que domina actualmente una parcela enorme del pastel de la comedia estadounidense en cine y televisión.

Andy es un hombre con un desmesurado complejo de Peter Pan. Se ha plantado en los 40 tacos sin comerse un rosco, y lo que es peor, con el “run run” a su alrededor de que la tiene de mimbre. Su colección de muñecos de todo tipo es poco menos que interminable, y va a su trabajo, vendedor en una tienda de audiovisuales, en bicicleta. Todo un personaje. El caso es que cuando se desvela su virginidad, sus sorprendidos compañeros de trabajo le echarán un cable y tratarán de enseñarle los secretos del buitreo profesional, manido argumento que por lo exagerado de la edad del protagonista resulta, en cierto modo, novedoso.

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El guión de la película, del mismo Apatow y Steve Carell, tiene chispa, y éste es un excelente comediante que funciona a las mil maravillas en el papel protagonista. Teniendo en cuenta que éste sujeto, Andy, es difícil de vender dada su personalidad supuestamente infantiloide y que los compañeros de trabajo tampoco son un dechado de normalidad o éxito, la colección de gags resultante de las diferentes aproximaciones al sexo opuesto, desde la inocua entrada a una desconocida a esas graciosas situaciones directamente anteriores al sexo, es variada y ciertamente divertida. También hay sitio para el humor más clásico, como en la manida escena de la depilación masculina, a la que Carell otorga una comicidad imprevista. El dúo Carell-Apatow escribe su historia con tres secundarios en el papel de amigos de Andy y les dan personalidades parecidas pero con diferentes matices. Cada uno tratará de “dar la asistencia de gol” a Andy de manera diferente. De este modo, se ensancha el abanico de aproximaciones a la relación chico-chica, dando mayor riqueza al aspecto cómico de la cinta.

Sin embargo todos son hombres, curioso, pero esa es una de las marcas de la casa. Apatow, al final, si que aporta algo novedoso al mundo de la comedia romántica; en Virgen a los 40, el punto de vista es el del hombre casi al 100%, y así ha sido en los diferentes trabajos en los que se ha visto envuelto hasta hoy. Ese es el gran legado. Frene a las Pretty Woman, las pijas de New York y demás productos para mujeres (discutible si para todas, claro está), este Andy es producto para consumo masculino y, por el contrario, son las mujeres las que son parodiadas en la cinta, si exceptuamos a una, claro, la que al final vale la pena. De toda esa colección de féminas disfuncionales cabe destacar a Elizabeth Banks (Beth), actriz frecuente en los productos Apatow, que deja momentos realmente divertidos junto a Carell.

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Apatow cimenta su cine en la modernidad como pocos directores del planeta Hollywood y eso también es de agradecer (mítica conversación la que mantienen David (Paul Rudd) y Cal (Seth Rogen) a cerca de la homosexualidad del otro con perlas como: ¿sabes por qué sé que eres gay? Porque te gusta Coldplay). Pero en sus dos trabajos como director siempre me choca la misma cosa. Siempre explicita la madurez de la misma forma, en una especie de plegamiento a la sociedad “normal”. En Lio embarazoso hacía que su protagonista desechara su antigua pretensión de regentar una web, se olvidara de compartir piso y de cualquier tipo de droga y lo convertía en un don nadie oficinista con una casa de lo más confortable pero con nula personalidad; entorno, según el director, adecuado para educar a un niño y formar una familia. Aquí ocurre algo parecido, la madurez parece que está en tener un coche y olvidarte de la bici, en vender tus colecciones de toda la vida para poder regentar tu propio negocio para poder ganar esa pasta que todo el mundo quiere. Yo, personalmente, me imagino al nuevo Andy mucho más aburrido, no sé lo que os parece a vosotros, pero en fin, todo sea por marcar un tanto, ¿no?.