Película Pesadilla en Elm Street

¿Han pensado detenidamente en el fenómeno del sueño? No me refiero al capítulo alucinógeno y onírico del asunto, que también tiene su miga, sino al puro hecho de caer inconsciente durante, prácticamente, un tercio de nuestra vida. Una necesidad orgánica que, irremediablemente, nos deja vulnerables durante miles y miles de horas de nuestra existencia. Curioso, pero por mucho que avancemos en nuestras conquistas como especie, no podemos luchar contra el sueño. Es imprescindible desconectar los sistemas para reiniciar cada jornada con plena energía. La contienda contra él está perdida. Todos conocen lo angustioso que resulta batallar contra Morfeo cuando necesitamos mantenernos despiertos. No hay café que le detenga eternamente. Tarde o temprano, éste siempre nos atrapa. Una tortura muy familiar para cualquiera, ¿imaginan, además, añadirle el pánico a ser atacado durante una pesadilla? Amigos, con todos ustedes: Freddy Krueger.

Seguro que recuerdan esta inquietante cancioncilla: “Uno, dos: canta a viva voz. Tres, cuatro: el hombre del saco. Cinco, seis: decid lo que veis: Siete, ocho: cómete un bizcocho. Nueve, diez: ¿DÓNDE ESTÁ FRED?”. La respuesta es simple y muy original: Fred, icónico villano del film, habita en nuestros sueños, cruelmente convertidos en mortales pesadilla ante su terrorífica presencia. Krueger en su mundo es invencible. Trastoca las leyes físicas y construye un infierno para sus huéspedes. Dueño y señor de la alucinación somnolienta, sus afiladas cuchillas no entienden de irrealidad. Fuera del sueño, la muerte y el daño se tornan verdaderos igualmente. Si quedas dormido mientras te busca, ya estás acabado. Una idea magistral para esta modesta cinta, reconocida como todo un clásico moderno del terror por derecho propio. La creación y presentación de uno de los más célebres demonios del celuloide bien vale el reconocimiento. Sin embargo, no sería en esta primera entrega, sino durante sus irregulares secuelas cuando el mítico Freddy forjaría su carácter burlón, adquiriendo durante la saga mayor presencia para sacrificar el halo de misterio que sí se mantiene en la original.

Lejos de brillar en el plano técnico, es evidente el bajo presupuesto de la obra. Por desgracia, la magnífica ocurrencia de Wes Craven no alcanza mayor vuelo en este aspecto lastrada por recortes económicos. No obstante, inteligentes soluciones y grandes dosis de imaginación sirvieron para las superar las limitaciones escenográficas de una historia con mucho gancho. De esta manera, la atractiva propuesta de Craven logra crear, sin brillo pero con corrección, esa atmósfera capaz de dibujar el difuso umbral entre sueño y vigilia que la narración requiere.

Interpretada por actores de cuarta fila, Pesadilla en Elm Street cuenta también con el honor de presentar a un imberbe Johnny Depp en su debut. Si bien, no es éste el aspecto más cuidado del film, al menos sí debemos valorar el esfuerzo de sus jóvenes protagonistas peleando contra el socarrón asesino del jersey a rayas. Sobre todo, el trabajo de la desconocida Heather Langenkamp como Nancy, valerosa superviviente del fantasma, que apenas regresó al cine pese a su éxito.

En definitiva, cumpliendo con todos los puntos indispensables en una buena película de terror, y manejando convenientemente el ritmo, la obra redondea su acabado con un atrevido y realista toque gore, bastante logrado, pese a la escasez de medios. Y es que, teniendo en cuenta las circunstancias que rodearon el rodaje y el larguísimo recorrido del personaje en el futuro, es justo incluir este título dentro de los indispensables del género. Una forma de entender el cine que mejor funciona cuanto más cercano y familiar se sienta el peligro. Y nada más común y relacionado con el miedo que las pesadillas. Es más, -y atiendan esta curiosidad- pocos nombres de calle son tan repetidos en Estados Unidos como “Elm Street” (J.F.K. fue asesinado en la de Dallas). ¿Imaginan a Freddy en la calle Ancha de su ciudad?, pero,… ¡si viven en ella! Cuidado, no se duerman.