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Resumiré echando mano del rico refranero español, y ajustando al superlativo: “Mucho, muchísimo ruido y poquísimas nueces”. Y es que cuesta horrores digerir el atropello de acción desproporcionada en el que se enmarca el pobre y vacio argumento de esta cinta. Una estruendosa exhibición de mal gusto cinematográfico, incapaz de alcanzar empatía alguna con sus atronados espectadores. Cierto es que Stephen Sommers toma poco en serio su propia obra y se entrega al puro entretenimiento juvenil; no obstante, en el término medio podría haber hallado la virtud. De esta manera, la sobrecargada exhibición de efectos audiovisuales termina aburriendo y molestando por saturación, así como el libreto lo hace por defecto de contenido.

Encontrando excusa argumental en otro revival ochentero, la idea de llevar a la gran pantalla las aventuras de los G.I. Joe, muñecos de acción de aquellos tiempos, no resultaba demasiado desorientada. El tirón entre los que antaño disfrutamos de estos juguetes bélicos, así como las infinitas posibilidades de estos para configurar un guión atractivo, hacían presagiar un proyecto cinematográfico de asegurado éxito en taquilla. Ahora bien, una vez cubierta la parte financiera del plan, la artística parece ser siempre la menos importante. De esta manera, una y otra vez nos cuelan productos perecederos donde todo parece resuelto a base de una digitalización desorbitada sin pudor alguno. Un abuso que asemeja al director con un programador informático, y que no logra calar entre un público, además, incrédulo ante lo visto en pantalla por puras razones de física elemental.

Muchos recordamos el hilo conductor de esta historia, esto es, las aventuras de un comando militar de élite protegiendo el planeta de la organización terrorista "Cobra". Pues bien, trasladando la acción a un futuro cercano, Sommers utiliza esta cinta como presentación para sus desdibujados personajes -con amenaza de futura saga- tirando de un extravagante guión sobre nanotecnología y avances científicos que ridiculizarían los entrañables arsenales de James Bond y Batman juntos. Y es aquí donde todo pierde su fuerza, una vez más, por exceso. Es en este punto donde nuestros héroes de infancia se ahogan en un mar de ultracapacidad. Donde se desmonta el chiringuito de un guión abierto a demasiadas soluciones alternativas ante tamaña demostración armamentística. Un despropósito más propio de un tebeo adjunto a una caja de galletas, cereales o los mismísimos G.I. Joe, para mayor identificación, involuntaria -no lo duden-, con los conocidos personajes.

En definitiva, un ensordecedor y aparatoso blockbuster veraniego sin interés alguno, saturado de acción, estereotipos y gags cómicos bastante desatinados. Ideal para espectadores sin rumbo en nuestros multicines: ni siquiera se perderán demasiado si se levantan a por unas palomitas durante la proyección. Queda todo dicho.