Las 36 Cámaras de Shaolin

Cuando a uno le gusta una película es lógico querer saber más sobre ella. Éste fue el motivo que me llevó a investigar los contenidos extras que Quentin Tarantino ofrece en sus fascinantes Kill Bill Volumen 1 y Volumen 2, desembocando esta curiosidad en el agradable descubrimiento de Las 36 Cámaras de Shaolin.

Descifrando los entresijos de la obra de Tarantino, quedé sorprendido por la ilusión y admiración, casi pueril, que mostraba el fantástico director en referencia a Gordon Liu (actor con el que contó en Kill Bill), al que denomina «Kung-Fu Master«, y venera como espectacular protagonista de la que es, según el cineasta norteamericano, una de las mejores películas de artes marciales de la historia. La influencia de ésta y otras producciones de «Shaw Brothers» sobre Tarantino, así como su propia mención y recomendación, despertaron inmediatamente el interés por ver este film, que, tal y como esperaba, no defraudó.

Nos encontramos ante un título realmente destacado en un género el suyo, que, pese a poder ser considerado como «menor», no hemos de despreciar en ningún caso. Su director, Chia-Liang Liu, está reconocido como el mejor coreógrafo de peleas de la factoría cinematográfica de Hong-Kong, y, tras colaborar en multitud de títulos con diversos directores, decidió pasar a dirigir sus propios proyectos con éxitos como el que nos ocupa. Su talento diseñando combates es evidente, pues la película nos regala memorables secuencias de lucha casi impecables, llenas de agilidad, destreza, velocidad e imaginación que cualquier aficionado a las artes marciales sabrá degustar. El uso intensivo del zoom, tan característico en este tipo de producciones, dota de encanto y energía a una cinta que, si bien en el plano técnico no es una maravilla y evidencia burdos decorados, sí que consigue sumergirnos en la historia sin apreciar grandes defectos.

La trama es sencilla: en tiempos en la dinastía Ming, la región china de Cantón se encuentra oprimida por invasores manchúes que asesinan a la familia del joven idealista San Te (Gordon Liu), encontrando refugio en su huida entre los monjes Shaolin. Tras pasar siete años en el mítico templo aprendiendo y practicando Kung-Fu, nuestro héroe regresa para cumplir su venganza y liderar una revolución que libere a su pueblo de la tiranía.

Tras unos prometedores créditos iniciales, es cierto que la película en sus primeros minutos roza la vulgaridad, con ridículas interpretaciones y un texto que deja bastante que desear (lamentable la versión doblada al castellano). No obstante, donde hallamos el verdadero interés del film es en el nudo de éste, contemplando el laborioso recorrido de San Te en las ingeniosas cámaras de entrenamiento del mítico templo que dan título a la obra. En ellas el protagonista moldea su cuerpo, cultiva su mente y adquiere gran destreza con las armas, hasta convertirse en un maestro capacitado para cumplir su venganza. Una brutal revancha en la que veremos poner en práctica TODO lo aprendido.

Ya en su tramo final, Las 36 Cámaras de Shaolin deja el pie para las secuelas que de ella surgirían. Una serie de cintas en las que el personaje de Gordon Liu instruye a jóvenes aventureros que le ayudarán en sus justas causas, convirtiendo las andanzas de este monje Shaolin en una saga legendaria para sus fans.

Con todo lo dicho, una interesante, entretenida y muy bien elaborada película de Kung-Fu (no le busquen nada más) imprescindible en su género, e incluso recogida por múltiples recopilaciones del séptimo arte. Una gran desconocida que desde estas líneas animo a descubrir.