Fuga de Cerebros 2

Fuga de Cerebros 2 sigue, pisada a pisada, los mismos pasos argumentales que su predecesora. Borrón y cuenta nueva, no esperen algún tipo de continuidad. Cambiado el protagonista, los secundarios vuelven a estar solteros y dispuestos a embarcarse en otra descerebrada aventura académica, esta vez con el hermano menor (Adrián Lastra) y en Harvard. En todo caso si, instalada en Oxford, la abyecta primera parte no conseguía mimetizarse con sus escatológicos referentes yankees y naufragaba incluso en sus más bajas intenciones, su continuación al menos puede estar orgullosa de no quedar deslucida ante los por todos conocidos iconos de lo soez que trata de emular. Más allá de los obsoletos gags que contiene y de su nula originalidad, su solvente factura subraya la mejora, patente incluso sin alejarse lo más mínimo de la mediocridad manifiesta que rezuma todo lo que Carlos Therón no puede controlar: guion y elenco interpretativo principalmente.

Contamos aquí con doble ración femenina, pero no estoy seguro de que el público objetivo del largometraje perciba que gana con el cambio. Amaya Salamanca fue mucho menos recatada. Los buscadores de carne de primera calidad encontrarán poco a lo que hincar el diente en Patricia Montero y Paula Prendes. Su duelo de divas ha de ser adjudicado a Prendes. El descoque de su personaje permite un vuelo que la joven actriz sabe al menos aprovechar. Montero sin embargo queda aplastada por la planicie de su rol. Del plantel masculino, también muy pero que muy plano, nada que merezca la pena ser resaltado. En el cambio Casas/Lastra era imposible salir perdiendo, aunque este nuevo friqui perdedor también enseña las costuras. El resto de secundarios vuelve a navegar por las mismas aguas residuales. Sólo debuta El Langui, que aburre con la enésima desmitificación de su discapacidad.

Con ritmo televisivo -sketches torpemente hilvanados- y exceso de almíbar para una película que luego sobrexpone su desvergüenza, la cinta llega a la orilla con tan solo un par de momentos realmente graciosos en las alforjas. Sin embargo, la sobredosis de guarrerías, reduccionismo idiosincrático y estupidos recursos efectistas -¿realmente era necesario recurrir a David Hasselhoff?- que queda por el camino impide valorar estos aciertos. Así, Fuga de Cerebros 2 pasa a engrosar la lista de películas españolas deficientes que serán usadas como coartada por una industria agonizante que pretende vampirizar lo peor de Hollywood. Más pronto que tarde superará el millón de espectadores, de modo que ya estarán buscando tías buenas y un nuevo emplazamiento para la tercera entrega. Es una opción… mientras proyectos como Blackthorn, por ejemplo, no mueran en el futuro presa de esa cobardía.