
Siempre parece imposible eliminar costumbres arraigadas. El doblaje de las películas en España es una de esas costumbres. Este escrito tiene como fin la reivindicación de la versión original subtitulada como única vía de expresión de cualquier obra cinematográfica con pretensión de arte llegada del extranjero. Soy consciente de la profunda raigambre del doblaje, por eso también me parece importante pensar, casi elucubrar, sobre cómo dar de una vez ese paso; si es realmente posible y las consecuencias que ello podría traer para la industria cinematográfica española.
¡¡¿Por qué esa manía con los subtítulos?!! Cuando metemos una rana en una olla de agua hirviendo, rápidamente saltará fuera para no quemarse. Sin embargo, si la metemos con el agua templada y la calentamos poco a poco, la rana permanece en el recipiente hasta escaldarse. Debemos entender desde el principio que sufrimos algo muy parecido al “síndrome de la rana hervida” en lo que respecta a los doblajes en el cine. Si lo piensan un poco, entenderán que es verdad. ¿Qué dirían si, desde mañana, Radiohead se distribuyera sólo en España con el nombre de Cabezarradio?, ¿O Los Smiths pasaran a ser Los Suárez? Y no sólo eso, además, en los discos que se compraran ustedes, las voces de Thom Yorke y Morrisey se sustituirían por las de un par de señores que las traducirían libremente para ustedes y se las cantarían, al fin y al cabo así se ahorran buscar el significado de las letras en su diccionario. Puede que incluso el encargado de la voz de ambos fuera el mismo, ya saben, el doblador de los cantantes con tendencia al falsete, en su nómina están además Jeff Buckley, Brett Anderson y Chris Martin. En fin, un desvarío, ¿verdad? Pues eso es exactamente lo que ha ocurrido con el cine. Como la rana que muere hervida, nos han ido acostumbrando poco a poco a una situación completamente anormal, y de tanto experimentarla ya nos parece lo más natural del mundo. Sin embargo, si planteamos súbitamente situaciones semejantes en otras artes, nos resultan del todo insólitas e inaceptables. Así que tratemos de no ser perezosos y veamos algunas más de las ventajas que la versión original subtitulada ofrece frente al doblaje: Uma Thurman, Kate Winslet, Winona Ryder, Rachel Weistz y Angelina Jolie dejarán de tener la misma voz. La obvia limitación de la cantidad de dobladores hace que numerosos actores tengan la misma voz. El caso que pongo de ejemplo es paradigmático de ello. El número de actrices "asociadas" a esta voz es aún mayor que las cinco que se nombran. La consecuencia más natural de esto es que, en el camino, se debe estar perdiendo algo. Sólo hay que ver Kill Bill, Finding Neverland, Reality Bites, The Constant Gardener y The Changeling en su versión original para constatar que, de hecho, los registros vocales de todas ellas son bastante diferentes. No sufriremos el síndrome de Homer Simpson. Todos recordamos cómo la muerte de Carlos Revilla convirtió en asunto casi de estado la búsqueda de una voz para el padre de familia favorito de la televisión. Es un caso especial, porque en animación podría ser más discutible el uso de la versión original, pero sirve como ejemplo para darnos cuenta de que la “voz” de un actor depende, con el doblaje, de factores que no están sujetos a la lógica. Siempre podrá ocurrir, por ejemplo, que un distribuidor iluminado decida que Dani Martín es quien debe hablar por Jack Black en una película como School of Rock. O como ha ocurrido recientemente, que Warner renegocie los derechos de doblaje y muchos de los actores de sus películas vayan a tener nuevos dobladores. Con la versión original, este tipo de “sorpresas” nunca se producirán, la voz de un actor, salvo casos excepcionales, seguirá con él hasta su muerte. Evitaremos sufrir doblajes inaceptables. La calidad del doblaje es alta en España, pero no en todos los casos es óptima. En algunos campos es especialmente sangrante el descuido generalizado. Con el fin de simular la entonación, las versiones dobladas de una gran mayoría de películas orientales; de China, Japón y Corea principalmente, disminuyen sobremanera la calidad del producto final. Películas como El Verano de Kikujiro, Tiempos Felices o The Host son completamente mutiladas por mantener en el doblaje una cadencia que se antoja ridícula al quedar desligada del idioma original. Nos daremos cuenta de que la globalización ya está aquí. Películas como Vicky Cristina Barcelona no es que mejoren en la versión original, que también lo hacen, es que necesitan de la mezcla de idiomas para ser entendidas. Su parte más desternillante implica al personaje de Penélope Cruz hablando adrede en español con el de Javier Bardem sin que el de Scarlett Johanson se entere puesto que la está insultando. La mezcla de idiomas está ya a la orden del día. Sin embargo, un formato tan encorsetado como el doblaje no es capaz de atender esta demanda. Conviviremos con otros idiomas. Esto, además de ser buenrollista, tiene sus ventajas. Constantemente se habla de cómo ciertos países son prácticamente bilingües, mientras que en España los niveles de inglés de la población andan a la cola de Europa. La influencia del uso generalizado del subtítulo no es, en ningún caso, despreciable. En muchos de estos países, el idioma extranjero se hace permeable gracias al respeto por la versión original. La televisión y el cine acostumbran el oído de niños y adolescentes al inglés. Piensen en los productos americanos que se emiten en nuestras cadenas de televisión y encontrarán un número considerable de horas de clase gratuitas para todos. Supongo que todo se reduce a una cosa. El doblaje implica una pérdida de fidelidad a la obra original, como si trataramos de repasar las líneas de un cuadro con trazo demasiado grueso. Perdemos detalles, la obra se descontextualiza, y a lo peor desciende la calidad intrínseca de la misma. Sin embargo, como ya he dicho, no se me ocurre ningún argumento en contra de la versión original excepto el de la pereza y, eso sí lo acepto, la limitación del subtítulo cuando un discurso se pronuncia a excesiva velocidad. Superando el vicio Si ya están a mi lado tras estos párrafos y optan por la versión original subtitulada frente al doblaje, toca ahora dar el paso. ¿Cómo? Pues como un vicio, es así como creo que debemos plantear el tránsito. Por tanto, el doblaje debe ser erradicado por completo. La convivencia es imposible, no valen medias tintas. Antes de que los perezosos pongan el grito en el cielo ante esta afirmación echemos mano de un símil: en Italia y España se han aprobado recientemente leyes antitabaco. Sin embargo, la ambición de cada una de ellas ha sido muy diferente. En el país trasalpino se prohíbe fumar en cualquier lugar público, absolutamente todos. Por el contrario en nuestro país, los bares, restaurantes y discotecas se reservan el derecho de aceptar que se fume o no (básicamente es así en términos prácticos). Primera consecuencia: dada la competencia, muy pocos locales en España eligen la opción “No Fumar,” quizá algunos, pero siempre en lugares donde haya un núcleo de población lo suficientemente alto como para que esa exclusividad sea rentable. ¿Les suena? Eso es exactamente lo que pasa con las salas de V.O. en España, sólo proliferan en las grandes ciudades. Los pobres no fumadores de las pequeñas y medianas urbes llegan a casa con el asqueroso olor a tabaco en la ropa sin poder disfrutar de sus locales libres de humos debido a la competencia desleal de los que sí aceptan fumar. No ocurre así en Italia. Vayas donde vayas sabes que tendrás, por ley, tu lugar libre de humos para hacer lo que te venga en gana. Sigamos con el símil porque llegamos a una pregunta peliaguda: ¿Este cambio radical provocará una masiva huida de los cines? La respuesta en mi opinión es: rotundamente no. En Italia, me consta que las discotecas han seguido igual de atestadas de gente, por lo menos tanto como cabría esperar con la crisis económica. Todavía no se han observado casos de pistas de baile desiertas y ya no se espera que los haya. Puede que al principio resultara algo traumático para cualquier fumador tener que salir a la calle a echarse el pitillo. Sin embargo, lo cierto es que tras casi un año de medida, la gran mayoría de ciudadanos, es decir fumadores y no fumadores, la consideraron acertada. Sumado a ello, no está de más apuntar que el consumo de tabaco se ha reducido considerablemente. Puesto que considero que fumar menos, o dejar de fumar, es un hábito más complicado de variar que leer subtítulos a la vez que ves una película, me van a permitir dudar de esa afirmación tan manida de que la masa ingente de población que consume cine como elemento de ocio, dejaría de ir a ver su peli de domingo porque deciden que o la ven doblada o no la ven. Al final, la gran mayoría entendería las razones expuestas anteriormente y absorberían perfectamente el nuevo formato. En mi opinión, puede que hubiera un tiempo de ajuste con ciertas pérdidas para la industria, nunca imposibles de asimilar. En cualquier caso, si aceptamos que hay que dar el paso, ese coste debe asumirse tarde o temprano en pos de dignificar esa parte esencial del cine que es la interpretación. Este argumento es usado maquiavélicamente por muchos artistas españoles, conscientes de la ventaja que supondría para el cine patrio ese proceso de ajuste, para reivindicar la versión original como método impulsor del cine español. Una actitud rastrera que aprovecho para repudiar. Creo que resta credibilidad al que la usa y retrata muchas veces su mediocridad pues está demostrado que la calidad (Amenábar, León de Aranoa, Almodóvar…) o el buen ojo (Santiago Segura, De La Iglesia...) siguen siendo rentables independientemente del rival al que se midan. Pero en caso de que queden escépticos ante este último punto, pongamos un ejemplo ilustrativo y real. Gracias al iluminado Mel Gibson, tenemos pruebas de que lo expuesto no es una quimera. Tanto La Pasión de Cristo como Apocalypto pudieron verse en España únicamente en su versión original subtitulada. Pese a ello, tuvieron estrenos comerciales que podemos considerar masivos. Un vistazo a las cifras relativas de taquilla ofrece un dato revelador: Si calculamos el % de ingresos que ambas consiguieron con respecto a la película más taquillera del año, y lo comparamos con ese mismo % en otros mercados como Estados Unidos o la mayoría de países europeos, encontramos que, en el peor de los casos, la cifra española es similar, y en su mayoría superior a la de mercados absolutamente acostumbrados a la V.O.S. Ejemplo (pueden hacer sus propios cálculos en la web: www.boxofficemojo.com). Estados Unidos: 12% Película más taquillera: 423 millones (Piratas del Caribe II) Apocalypto: 51 millones España: 17% Película más taquillera: 36 millones (Piratas del Caribe II) Apocalypto: 6 millones Puesto que los valores son relativos, me parecen perfectamente comparables. Se vieran poco o mucho, el caso es que se vieron tanto o más en España que en cualquier sitio, por muy poco acostumbrados que estemos a oír cosas en otros idiomas. Ante la argumentación escéptica, uno esperaría que la carga de la versión original afectara a ambas películas en su carrera comercial española. Sin embargo, no es así. Se podría discutir el caso de La Pasión de Cristo por las circunstancias especiales del tema, dado el carácter católico de nuestra sociedad, pero nunca las cifras de Apocalypto. Concluyo. He tratado de ser lo menos elitista posible en mis planteamientos. Sé que cuando se entabla este debate, muchas veces parece que los defensores de la V.O.S. aborrezcamos al que por una u otra razón ha visto siempre las películas dobladas, como si no merecieran ponerse a nuestro superior nivel intelectual. Nada más lejos de mi intención. Yo, como Alicia, hace tiempo que atravesé el espejo sin saber bien qué había al otro lado. Llevo tiempo viviendo en el extranjero, de modo que mi transito no fue del todo voluntario sino más bien forzado. Por eso he tratado en este artículo de expresar mis razonamientos de manera sencilla, con ejemplos más allá del manido: “es que con el doblaje la película pierde mucho,” para que el lector entienda que la defensa del doblaje es, en demasiadas ocasiones, mucha pereza, un compilado de excusas más que argumentos aceptables. El problema, como siempre, es esperar que quien posee la capacidad ejecutiva tenga las agallas de sacudirse las presiones y, de una buena vez, dé significado al cargo que ostenta haciendo algo más que perpetuarse en él. Pilar Miró lo intentó a poco de instaurarse la democracia, pero cuentan que un sinfín de presiones la obligaron a parar la ley que ponía los cimientos para la progresiva eliminación del doblaje. De todos modos, a nivel individual hay margen para rodear el sistema. Mientras esperamos el cambio oficial, la siempre anárquica red provee de maná suficiente para el que quiera dar el paso. En Ares, Emule, etc… probablemente puedan encontrar casi cualquier película tanto en su versión original como en su versión doblada. Sólo tienen que elegir. Y ya son multitud las páginas web dedicadas a ofrecer subtítulos. El campo de la televisión está siendo pionero en ese sentido. Como bien comentaba Hernan Casciari en su blog de El País, cada día son más los que con fanático apetito no pueden esperar a que la nueva temporada de su serie favorita comience en España y, como yo, también casi sin quererlo, empiezan a asociar sus personajes con las voces reales de los actores que los interpretan. Quizá la bola de nieve haya empezado a rodar cuesta abajo.
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Ranica de Punset!!!jeje Recuerdo un programa de Redes en que utilizó el mismo símil, qué grande!
Esta misma semana hablaba con una alumna de Rumanía que anda genial de oído en inglés´comparado con el resto de la clase y me comentó que realmente le chocó descubrir el doblaje a su llegada a España, y le pareció una completa aberración. Ella no concibe ver una serie de TV o una película sin subtítulos. Todavía estamos pagando las consecuencias de la autarquía en que nos sumió la dictadura, eso sí, por no hablar de los "retoques" que se hacián a las pelis aprovechando la manipulación el doblaje...
Es complicado, ya que los españoles somos muy dados a la autoafirmación por medio del idioma, lo sentimos todavía demasiado nuestro, símbolo de identidad nacional que no debe ser empañado, triste pero es así.
Me resultó esclarecedor cuando viajé este verano a Roma que una pareja extranjera de sesenta y muchos fueran capaces de comunicarse a la perfección en inglés. Esa es la diferencia, llevamos retraso respecto a la mayoría de países europeos. Yo sinceramente no veo a mi abuela hablando inglés, y mucho menos saliendo de viaje fuera de España por placer... lo dicho, Europa nos lleva décadas de ventaja, es evidente, así que ... a ponerse al día!!! nunca es tarde si la dicha es buena.