Valoración de VaDeCine.es: 7
Título original: Trainspotting Nacionalidad: Reino Unido Año: 1996 Duración: 94 min. Dirección: Danny Boyle Guión: John Hodge Fotografía: Brian Tufano Montaje: Masahiro Hirakubo Intérpretes: Ewan McGregor (Renton), Ewen Bremner (Spud), Jonny Lee Miller (Sick Boy), Kevin McKidd (Tommy), Robert Carlyle (Begbie), Kelly Macdonald (Diane), Peter Mullan (Swanney)
Trailer
“Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. Elige buena salud, colesterol bajo y seguro dental. Elige hipoteca a interés fijo. Elige un piso piloto. Elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y maletas a juego. Elige pagar a plazos un traje de marca en una amplia gama de putos tejidos. Elige bricolaje y preguntarte quién coño eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el sofá a ver teleconcursos que embotan la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de puta comida basura. Elige pudrirte de viejo cagándote y meándote encima en un asilo miserable, siendo una carga para los niñatos egoístas y hechos polvo que has engendrado para reemplazarte. Elige tu futuro. Elige la vida… ¿pero por qué iba yo a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida: elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?”. Con esa lúcida, transgresora y elocuente declaración de principios, y al compás de los geniales acordes del “Lust for life” de Iggy Pop, comienza esta rompedora película de mediados de los 90, adaptación de la novela del mismo nombre de Irvine Welsh y dirigida por un entonces desconocido Danny Boyle, que nunca más ha vuelto a dejar la huella que con ésta marcó. Porque Trainspotting causó todo un boom en su época, impactando a una generación de jóvenes que encontraron en ella la frescura que cualquier adolescente ansía como forma de liberación a su gris rutina, por mucho que ese estado de rebeldía se canalizase en el film a través del mundo de las drogas. Una empatía que no se ha perdido con el paso de los años, haciéndose extensible a nuestros días, cuando, transcurrida más de una década desde su estreno, aún hoy las nuevas generaciones dirigen su mirada hacia sus imágenes, poseedoras del suficiente magnetismo.

En apenas hora y media, Boyle nos guía a través de la tortuosa existencia de un grupo de amigos escoceses a cada cual más genuino y unidos por un patrón común: la heroína. Nos centra en Mark Renton (el atractivo personaje interpretado por Ewan McGregor, inseparable de él por más que pase el tiempo), una “mala persona” -como él mismo se define al final- que no hace nada en la vida, más allá de pincharse con la jeringuilla, pero que está dispuesto a reformarse...; y como compañeros de batalla tiene a un guaperas obsesionado con Sean Connery, a un loco psicópata (absolutamente desquiciado Robert Carlyle), a un extravagante joven con problemas mentales y a un inocente chico que poco pinta en ese mundo. La gran virtud de la película (de donde brota justamente su “problema”) es que se limita a retratar este crudo ambiente sin establecer ningún juicio sobre sus personajes, sin querer lanzar ninguna clase de mensaje sobre si lo que realizan está bien o está mal; simplemente se exponen los hechos, con todas las consecuencias desagradables que se deriven de ellos (el horrible pasaje del bebé). Pero, eso sí, se denota un adorno, una clara intención estética en la realización, mediante la creación de un universo moderno que el director británico sabe traspasar al ámbito cinematográfico dotando a la narración de un ritmo dinámico al dictamen de los temas que componen su extraordinaria banda sonora, de un montaje ágil, de algunos delirios visuales próximos al surrealismo y, sobre todo, de unos diálogos chispeantes que definen certeramente a sus personajes y encajan modélicamente en la trama.

Y sin embargo, es precisamente su falta de una aspiración mayor, la posibilidad de extraer algo verdaderamente productivo de ella -más allá del entretenido retrato de una pandilla de gandules con cierto carisma-, lo que la impide contagiarnos de la arrolladora explosión que podría haber causado a su alrededor, y que queda en meros fuegos de artificio, dejándonos con la decepcionante sensación del bonito envoltorio próximo al vacío. Aunque su estela sigue... (que se lo pregunten a Guy Ritchie y sus cerdos si no).
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Estoy aproximadamente de acuerdo contigo. Sin embargo, para mí, esa falta de aspiración que comentas no desmerece el film, todo lo contrario. Su pretensión es estética, generacional. Y vaya si lo consigue.
Esta vez hemos visto la misma película, la hemos sentido del mismo modo: disfrutando a tope viéndola. Nuestra diferencia está en la reflexión posterior: para mí, el pleno disfrute, su BSO y su carisma es más que suficiente. Es genial.
Cuestión de puntos de vista...