Valoración de VaDeCine.es: 7,6
Título original: Fear and Loathing in Las Vegas Nacionalidad: Estados Unidos Año: 1998 Duración: 118 min. Dirección: Terry Gilliam Guión: Tony Grisoni, Terry Gilliam (Novela: Hunter S. Thompson) Fotografía: Nicola Pecorini Música: Ray Cooper Intérpretes: Johnny Depp (Raoul Duke), Benicio del Toro (Dr. Gonzo), Tobey Maguire (autoestopista), Christina Ricci (Lucy), Gary Busey (policía) Trailer
La adaptación cinematográfica de obras literarias suele suponer un reto, pero el asunto se convierte en desafío extremo cuando se trata de llevar a la gran pantalla una experiencia lisérgica hecha texto. Hunter S. Thompson, periodista norteamericano de culto, escribía en los tempranos 70 para la mítica publicación musical y de tendencias Rolling Stone. Sus artículos, que cubrían eventos deportivos, culturales o lo que tocase, solían empezar con un clarividente título: “Fear and Loathing in…” y tenían una característica común: estaban redactados durante los breves periodos de lucidez que los coqueteos con la mescalina y el LSD permitían a su inspirado autor. Nacía así un nuevo modo de periodismo contracultural que entremezclaba subjetividad y objetividad, bautizado como 'gonzo journalism', y cuya máxima afirmaba que, a veces, la ficción explica mejor la realidad que los propios hechos.
Depp luce calva y escucha 'Fotolog' de Ed Wood Lovers, digo... 'For your Love' de los Yardbirds.
Uno de sus periplos llevó al singular periodista a Las Vegas para cubrir una extraña y polvorienta carrera de motos en el desierto de Nevada. El reportaje se convirtió en todo un viaje en el más amplio sentido de la palabra y traspasó el formato revista para mudar en novela. Años después, Terry Gilliam, amigo íntimo del humor absurdo, pensó que podía dar formar a los avatares de Raoul Duke, el alter ego de H.S. Thompson, en la ciudad de los casinos y las luces de neón. Para ello contó con el propio escritor entre su equipo de ayudantes y la experiencia propia en la frontera del surrealismo como principales avales.
Gilliam supo involucrar de un modo especial a todo su equipo, empezando por el escogidísimo reparto, encabezado por un mimético Johnny Depp y un fondón Benicio del Toro. Pero el más entusiasmado fue, por encima de todos, el propio ‘ex Monty Python’ quien cayó presa de los influjos de una novela que desvariaba entre la afectación psicomotriz a causa del éter etílico y la locura transitoria provocada por el adrenocromo. Raoul Duke (Depp) con su abogado, el Dr. Gonzo (Del Toro), como fiel escudero, pelean durante días contra molinos de viento que ellos creen gigantes, sumando así a Doña Paranoia como peligrosa compañera de viaje. El estilo visual que el realizador escoge para representar estos desvaríos logra repeler al espectador, lo que constituye en sí, su único y estrambótico objetivo. Entre primerísimos planos, el uso de la deformante gran angular y la inclinación holandesa aturden la frontera de una realidad que se difumina en medio de temas del irrepetible y genial long play “Surrealistic Pillow” de Jefferson Airplane.
Highway to Psicodelia. Un par de buenos disfraces para el carnaval.
Tras las constantes pérdidas de equilibrio, físico y moral, de los protagonistas se esconde el reflejo de una agridulce época, la que sucedió a la revolución de los 60, aquellos años en que lo único que quedaba era la resaca del ‘flower power’. Tiempos en los que se malinterpretó el espíritu del verano del amor, cuando la confusión del LSD equivocó el camino, pasando de tener en la mano cambiar el mundo a caer en una espiral autodestructiva. Se abandonó la preciosa colectividad, que contaba con el ímpetu juvenil y el enérgico pacifismo como únicas armas, para desembocar en Nixon, el post-Vietnam y el desacertado individualismo. Con ese panorama, hasta el más idealista perdió el rumbo.
Es, precisamente, esta segunda lectura la que da sentido al disparatado y alocado film, otorgándole entidad. Es ese retrato velado lo que subyace bajo las idas de olla de Duke/Thompson y su abogado. Sin embargo, y aunque se intuye en toda la obra, el mensaje tarda demasiado en hacer aparición explícita y la falta de concreción se convierte en el peor descuido de un argumento que podría desenganchar a los amigos de la narrativa clásica. Pero, ¿acaso la indefinición no es endémica a los viajes de ácido?
La nostalgia y la amargura escribieron la novela, acompañando a su autor a lo largo de su icónica existencia. La misma añoranza que llevó a Terry Gilliam a realizar esta película y el mismo amargor por la oportunidad perdida que hizo que Thompson se volase la tapa de los sesos un 20 de febrero del año 2005.
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Terry Guillian explota modélicamente esa amargura a la que haces referencia. No te pierdas el documental sore Hunter S. Thompson que estrenaron el año pasado. Me pareció interesantísimo.