Valoración de VaDeCine.es: 9
Título original: Per Qualche Dollaro in Più Nacionalidad: Italia, España, Alemania Año: 1965 Duración: 130 min. Dirección: Sergio Leone Guión: Sergio Leone & Luciano Vincenzoni Fotografía: Massimo Dallamano Música: Ennio Morricone Intérpretes: Clint Eastwood (El Manco), Lee Van Cleef (Coronel Mortimer), Gian Maria Volontè (Indio), Joe Egger (Profeta)
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“En el antiguo Oeste, donde la vida no tenía valor, la muerte, a veces, tenía un precio”, rezaba un letrero tras los créditos de las copias originales de Per Qualche Dollaro in Più. De ahí el afortunado e icónico título de la traducción española. La sentencia también servía de sinóptica introducción al segundo western de Leone (tras la pionera Por un Puñado de Dólares), sugiriendo la cautivadora historia de un par de caza-recompensas persiguiendo la cabeza del mismo forajido, testa a la que un cartel pone cifra.

Redondo en su guión, el largometraje establece una extraña amoralidad en sus personajes principales, los bounty killers, enojando al purismo del western incluso más que su predecesora. Ahora la violencia se hace ciertamente explícita, si bien el lirismo de la imagen sacrifica el realismo en pos del manual de estilo. Así, de nuevo, y a pesar de su cuidado y engranado libreto, vuelve a primar el cómo se nos cuenta por encima de la narración en sí. Imágenes que se oyen, sonidos que se ven. Secuencias que se sienten. En este aspecto, Leone incluso planifica parte del montaje en función de la partitura del maestro Morricone, dotando al film de una modernidad formal que, junto a su citada crudeza, sudoríparas miradas y tensión creciente, crearían escuela, aquélla de la que beberían los Peckinpah o Tarantino, si bien estos, acorde con sus tiempos, llevarían la violencia algo más lejos.

Triangulada en las portentosas interpretaciones de sus imborrables protagonistas, Eastwood, Van Cleef y Volontè lograrían esculpir sus rostros en el desértico paisaje almeriense. Allí, el polvoriento poncho del Manco quedó como símbolo de una época, la edad dorada del western mediterráneo, y al arrullo del carrillón de un reloj de bolsillo se creó el mito del duelo sostenido, imperativo, el de las miradas entrecruzadas, aquél en el que víctima y verdugo comparten plano, moralidad y destino: la inmortalidad en el Séptimo Arte.
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