Valoración de VaDeCine.es: 8.5
Título original: The Exorcist Nacionalidad: Estados Unidos Año: 1973 Duración: 121 min. Dirección: William Friedkin Guión: William Peter Blatty (Novela: William Peter Blatty) Fotografía: Owen Roizman Música: Jack Nitzsche Intérpretes: Linda Blair (Regan),Ellen Burstyn (Chris), Jason Miller (Padre Karras) , Max Von Sydow (Padre Merrin), Lee J. Cobb (Teniente Kinderman) Trailer
Resulta curiosa la poderosa y expectante fascinación que la mayoría de las personas sentimos por el cine de terror; sin embargo, son pocas las ocasiones en las cuales este interés se ve plenamente satisfecho con títulos de verdadera categoría dentro de un género en el que parece no haber cabida para términos medios, contrastando las escasas, pero verdaderas joyas de calidad con una mayoritaria plaga de cochambre. El terror, tradicionalmente escaso de recursos y dirigido a un público minoritario, en la actualidad cuenta con presupuestos millonarios lo suficientemente fuertes como para elaborar y publicitar productos en demasiadas ocasiones vulgares y diseñados para atraer a todos esos espectadores ávidos de sobresaltos y horror paranormal. Pionera y en gran parte responsable, como gran taquillazo que fue, de esta evolución comercial del género, pero destacando entre aquellas grandes películas de las que hablaba anteriormente, encontramos la mítica El Exorcista, una revolucionaria obra que merece por méritos propios ser respetada tanto por su calidad cinematográfica como por su impacto social y cultural.

Basada en la homónima novela de William Peter Blatty, esta película trata con rigor uno de los temas más escalofriantes de la historia de la cristiandad: Las posesiones demoníacas. Un recurso desgastado en el cine de nuestros días, pero que en 1973 sobrecogió a los espectadores de todo el mundo gracias a sus novedosos reclamos. Para todas las culturas y religiones el miedo ha sido desde los tiempos más remotos una de las mayores bazas a la hora de captar y retener fieles a sus creencias: miedo a la cólera de Dios, al castigo en el más allá, al Infierno y sobre todo terror al Diablo y su interacción con el mundo de los vivos. Un componente fuertemente arraigado en nuestra cultura, en nuestro profundo subconsciente, al que Friedkin supo sacar partido psicológico para confeccionar una de las más pavorosas películas de la historia. Apostar por un relato en el que Satanás posee a una inocente niña no podría ser más acertado a la hora de escandalizar y provocar reacciones entre el público, pues toda la crueldad sufrida por la pequeña y la infinita maldad que se apodera de ella hasta convertirla en un verdadero monstruo, ante la impotente mirada de su madre, otorgan un mayor grado de dramatismo a una historia espeluznante de por sí. El éxito fue fulgurante y el fascinante personaje de la posesa Regan McNeil, a cargo de la joven Linda Blair, lograría instalarse cómodamente con rapidez en la historia del celuloide al crear el icono que hoy en día es la terrible niña que personifica el Mal con sus brutales asesinatos, vocabulario agresivo, blasfemias, voz de ultratumba y horripilantes espasmos. No obstante, la obra es mucho más que Regan, pues enfrentado a ella encontramos al personaje mejor dibujado y más profundo de la película: el atormentado y agotado Padre Karras, brillante psiquiatra y sacerdote que ha de enfrentarse al exorcismo de la niña en plena crisis de fe cristiana. En contraposición, y resultando uno de los lunares del film, el Padre Merrin (Max Von Sidow) queda algo rezagado en un conjunto en el que debería tener un espacio mayor, no entendiéndose demasiado bien, para los espectadores que no conozcan la novela, el que sí ocupa en solitario en el prólogo del film.

El conseguido maquillaje, la cuidada fotografía y los efectos especiales con los que cuenta la obra ayudan también a hacer más creíble la situación vivida en la famosa habitación donde suceden los diabólicos hechos, consiguiendo proteger con una sólida envoltura una historia muy elaborada, que toma su tiempo para crecer y en la que todos sus intérpretes ejecutan sus interesantes papeles con éxito. Cargada de escenas realmente impactantes, no son simplemente éstas, sino sobre todo su inteligente guión, la pausada búsqueda del clímax y su magnífica dirección los que hacen de El Exorcista una estupenda lección de cine de terror realizado con auténtica seriedad. Considerado uno de los grandes clásicos del género, muy pocos quedan indiferentes ante su visionado y aún son bastantes los que prefieren no verla solos en casa envueltos por la oscuridad de la noche y alejados del típico grupo de amigos que se ríen, como mecanismo de defensa ante el pánico, de “la niña de El Exorcista”. ¿Por qué? Porque todos sabemos que realmente nos provocará cierto desasosiego con seguridad y una desagradable pesadilla con bastante probabilidad.
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Merrin y Karras... grande Smonka!