Valoración de VaDeCine.es: 10
Título original: Freaks
Nacionalidad: Estados Unidos
Año: 1932 Duración: 64 min.
Dirección: Tod Browning
Guión: Willis Goldbeck, Leon Gordon, Al Boasberg
Fotografía: Merrit B. Gerstad (B&W)
Música: Richard Wagner
Intérpretes: Wallace Ford (Phroso), Leila Hyams (Venus), Olga Blacanova (Cleopatra), Roscoe Ates (Roscoe), Henry Victor (Hercules), Harry Earles (Hans)
Hoy va a ser un gran día. Llega el circo a la ciudad. Instala su inmensa carpa en el recinto ferial, ubicado en la entrada y, a la vez, salida de esta modesta urbe. Los carteles, colgados y visibles en los puntos estratégicos de las calles más concurridas, promocionan el espectáculo, sus horarios y sus precios. Los niños insisten a sus padres. Quieren ir. Y con toda seguridad, les llevarán. Tarde de palomitas y refrescos, de sorpresas y carcajadas, de lanzamientos de cuchillos y de volteretas imposibles. En familia. Esposos y esposas, hijos e hijas.
Los trapecistas volarán por el cielo techado de lona de colores, se soltarán y se cogerán desafiando a la muerte. El mago hará aparecer una paloma, aburrida por la rutina, de una chistera vacía. Los tigres saltarán por el aro en llamas cumpliendo la orden del domador, a quien se la tienen jurada –ya pagará–. El payaso triste soporta las bromas pesadas de sus compañeros de gremio. Todo son aplausos. Para recibir al artista. Durante la actuación. Para despedirle, felicitarle y darle las gracias.

En parte así es también el circo que nos presenta el director Tod Browning. Sólo que aquí también podremos encontrar a unas gemelas siamesas unidas por el destino, la carne y los huesos. A una persona que es mitad hombre y mitad mujer. A un hombre de cintura a cabeza que se desplaza sobre las palmas de sus manos. A la mujer sin brazos que vive de su habilidad con los pies. Al esqueleto humano, a la mujer barbuda. Al torso viviente, capaz de encenderse un cigarro y de matar a cuchillo. A las Pinhead, siempre tan cariñosas y adorables. A gigantes y a enanos. Todas ellas personas que nacieron con importantes deformaciones físicas e, incluso, con alguna enfermedad mental. No pidieron venir a este mundo, y aquí están. No fueron necesarios ni efectos especiales ni complicados maquillajes para mostrarlos en pantalla. Son así. Freaks.
Son parte de la función. La diferencia definitiva respecto a otras compañías circenses. En los libros de empresas y economía, la ventaja competitiva. Recorrieron Estados Unidos sembrando la polémica y, a la vez, creando una expectación que aseguraba la venta de todos los tickets. Provocaban el grito de espanto, llevaban las manos a la cara para taparla y que no supiera. No obstante, separaban los dedos para poder ver.
En Freaks asistimos a lo que sucede en la trastienda de este circo. Entre caravanas y zonas de ensayo y comunes, vemos cómo conviven entre ellos, cómo se relacionan, cómo es su día a día. Y comprobamos que tras el telón sucede lo mismo que en la calle. Los diferentes son señalados y apartados por mujeres preciosas y maquiavélicas, por hombres fuertes y poderosos.

Aquí la primera dama se llama Cleopatra. Engatusa a Hans, enano de la compañía, para sacarle todo el dinero que pueda. Sin remordimientos. Sin límites. El precio no importa, sobre todo si lo pagan los demás. En esto no está sola. Hércules, el forzudo, le ayuda en sus fechorías. Mientras, los amigos y la pareja de Hans sufren por lo que está ocurriendo. Sólo ellos ven que se están riendo de Hans y, por tanto, de todos ellos. Qué tengan cuidado. Hacer daño a uno de ellos es hacérselo a todos. En esta comunidad, pocas bromas.
Tod Browning venía de estrenar Drácula en 1931. La obra inmortal con Bega Lugosi como protagonista de esta gótica y romántica historia. Todo un éxito de crítica y público. Una obra maestra que ni Coppola fue capaz de igualar. Con este respaldo acometió el rodaje de Freaks (La parada de los monstruos) sobre un mundo que conocía perfectamente, pues en el pasado había formado parte de él como presentador y voceador. Una película basada en un cuento del escritor Tod Robbins, al que tituló Espuelas (Spurs), en la que se narraba la terrible venganza de un enano, integrante de una compañía de circo. Su víctima sería la trapecista estrella del mismo, pues conspiró para quedarse con su fortuna.
Pese al peso del director, la película fue un auténtico fracaso en taquilla. Horrorizó a la mayor parte del público que la presenció. Costó 316.00 dólares y sólo recaudó 164.000. Quizás demasiado adelantada a su tiempo. Incluso estuvo prohibida en el Reino Unido. Ya saben, todos somos iguales y tenemos los mismos derechos. Todos somos hijos de Dios, la benevolencia, el respeto, el cariño, la caridad, el amor. Pero…
Esto marcó el declive en la carrera del director. Rodaría cuatro películas más, cuando a sus espaldas llevaba ya una infinidad. No fue hasta el año 1962, y gracias a la Mostra de Venecia que programó una retrospectiva sobre los inicios sonoros en el cine de EE.UU., que se reconoció su inmenso valor. Desde 1994 forma parte del archivo del National Film Registry como “tesoro cinematográfico”. Al final, aunque tarde, se hizo justicia con este título y con sus protagonistas. Bien lo saben los lectores asiduos a Popular 1.
Por cierto, en España se tituló como “La parada de los monstruos”. Pero, querido amigo, ¿a quiénes se referían? ¿A ellos o a nosotros?
Imprescindible