Algo Prestado

Algo Prestado, como penosa perversión de La Boda de Mi Mejor Amigo que es, parece concebida por un guionista de Física o Química. Sus casi dos horas de metraje gravitan en torno a la misma insulsa situación: la tensión amorosa no resuelta entre Rachel (Ginnifer Goodwin) y Dex (Colin Egglesfield) a lo largo de los preparativos de la boda de éste con Darcy (Kate Hudson), la mejor amiga de la primera. Vueltas y más vueltas sobre el mismo rollo de «estamos hechos el uno para el otro pero la situación es demasiado complicada como para cambiarla ahora.» Todo de lo más insoportable, por cursi y previsible a pesar de lo inverosímil de lo que sucede, paradoja ésta demasiado usual en un género denostado por este tipo de títulos.

Amores de ciencia-ficción, así lo podríamos calificar. Porque los comportamientos de los personajes de esta nueva cinta para parejas lobotomizadas son de todo menos reales. Cabe preguntarse cómo demonios se puede aceptar el punto de partida del filme a poco que se conoce a sus tres personajes principales y el «malentendido» que desencadena todo. ¿Semejante mamarracha puede ser soportada por alguien hasta el punto de casarse con ella o ser su amiga de toda la vida? ¿Realmente nos tenemos que tragar que la prota no está buena, para acepar sus complejos cuando aquella preciosa Kate Hudson de Casi Famosos -que le quita los novios y la ningunea- aparece irreconociblemente desmejorada en esta cinta? ¿Es el chulazo perfecto en medio de todo, apuesto e inteligente (supuestamente), tan miope como Rompetechos?

Es cierto que sobre las páginas de tan paupérrimo guion danza un personaje que trata de insuflar vida a una historia cadavérica. John Krasinski -que parece sacado de otra peli- resulta agradable como Pepito Grillo de la protagonista (o del mismo film). Da un punto de cordura que incluso relativiza la estupidez de lo que el resto hace hasta que, en un giro argumental de parbulario, ahogado por la sobredosis de almíbar, su personaje se desmarca con una declaración de amor bochornosa. Es como si el director apuñalara a traición al único personaje que ponía en tela de juicio todo su discurso como preámbulo al final feliz que se avecina, tan académico que el espectador necesitará de toda una temporada de Californication para volver a la realidad de las relaciones hombre-mujer.